“Usa la rabia para bien. La rabia es para la gente lo que la gasolina a los carros. Permite avanzar y llegar a su meta. Sin ella no estaríamos motivados a vencer el desafío. Es la energía que nos impulsa a definir lo justo y lo injusto”. Sabio consejo del abuelo cariñoso Bapuji a su nieto Arun Gandhi.

Mahatma Gandhi, ícono de la resistencia pacífica, moldeaba el carácter impetuoso de su nieto canalizando el sentimiento de furia del joven con otro método para cambiar las circunstancias, al encauzar la fuerza de la ira por la vía de la desobediencia.

Gracias a las memorias escritas por Arun recibimos la sabiduría de esas enseñanzas, atemporales y universales, para enfrentar las tiranías del fanatismo mediante la unidad y en paz. La unidad fue primordial en la lucha de Gandhi. ¿Qué podía importar seguir caminos distintos si al final llegaban a la misma meta? Esa unidad fue constituida por un espíritu de humildad que reconoció cada parte como importante para construir el todo.

Nadie es prescindible ni falto de importancia, cada individuo es esencial para la sociedad en su conjunto.

Leemos estas lecciones y entendemos la importancia de la ira para convertirla en la urgente desobediencia.

Nuestro sufrimiento colectivo exige la desobediencia justificada para sanar la patología que nos aletarga, incomprensible sumisión, pasividad social.

¿Es difícil la desobediencia a pesar de la rabia social en Venezuela? ¿Desobedecer al superior incompetente, injusto, corrupto no justifica arriesgar una legítima acción para restituir los valores y principios que nos unieron como nación?

Asombran los colaboradores del nefasto régimen bolivariano al separarse de sus filas para convertirse en acusadores de los crímenes y fechorías que constituyen la razón de la debacle. Esto no es desobediencia, esa acción es un disfraz que no debemos confundir con desobediencia.

La desobediencia es tan contundente por sí misma que en ocasiones se manifiesta más como una obediencia.

Tal como lo explica Frédéric Gros “el disidente cívico acaba cediendo ante lo intolerable. Habla porque le resulta imposible callar. Más que desobedecer expresa rechazo a seguir obedeciendo… la sumisión se define como la imposibilidad de desobedecer”.

Recordemos el diálogo de Sócrates con Critón cuando este le ofreció su plan para sacarle de la celda y salvarle de la fatal condena. Sócrates le respondió: “No, no hay que precipitarse, por salvar el cuerpo no arriesgaré perder el alma”.

La desobediencia no es más que la obediencia a uno mismo, al ser interior, a sus valores y principios; por eso Gandhi dijo a su nieto: “La satisfacción está en la lucha, el esfuerzo, el sufrimiento implicado, no en la victoria”.


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