La deshumanización de la sociedad nos ha convertido muchas veces en errantes de nuestra existencia. Lamentablemente, la vorágine de la modernidad nos hace escudar en la comodidad y evitamos muchas veces ver más allá de nuestros pasos para no hacer frente a esa realidad que nos sacaría de nuestra caja de seguridad.

Por ende, escondemos nuestra sensibilidad, pero no podemos evitar llorar en los rincones oscuros ante situaciones de injusticia, discriminación, abusos y abandonos. Ese es el punto. Debemos tener el valor de expresar nuestra inconformidad, en público; hacerlo notorio y comunicacional. Convertirnos en ciudadanos activos que no teman participar, que sientan la necesidad de aportar su capacidad y experticia en pro de aquellos que requieren nuestra palabra, nuestra orientación y nuestra ayuda, que se expresará y apreciará en una mejor sociedad.

Ser ciudadano es uno de esos caminos. Convertirnos en formadores y orientadores de nuevas generaciones es el aporte que como seres humanos estamos en la obligación de dar, para la formación de mejores personas. Provocar e inducir en nuestro entorno la capacidad de discernir, que sepan diferenciar lo bueno de lo malo, lo falso de lo verdadero y además inculcar responsabilidades, valores y principios, es la misión de todo hombre y de toda mujer, en ser una persona integral.

Y claro, el fin último es que la generación de relevo nos supere. Eso es señal de que el trabajo que venimos realizando es adecuado, porque hemos inculcado la capacidad de progresar, de soñar, de creer en sí, de discernir, que tienen la fortaleza para hacer frente a nuevos retos. Y, además, somos punto de referencia para comenzar su ascenso como seres humanos, capaces de originar cambios, tanto en su vida como en su entorno.

En ese momento, al ver que nuestros muchachos alcanzan el éxito, sabemos que hemos contribuido a la formación de excelentes seres humanos, que tendrán como proyecto de vida una mejor vida. Y la mejor referencia es cuando en su andar por la existencia siempre nos tengan presente, porque hemos dejado nuestra huella.

Más allá de las diferencias, lo importante es cambiar. Facilitar las herramientas para que puedan razonar, que se sean críticos y a la vez que sean capaces de construir su propia manera de pensar, para hacer frente a un mundo tan cambiante como el actual.

Se podrá concluir que la función del hombre nuevo es que tenga la capacidad de reflexión, pero a la vez que tenga la capacidad de presentar soluciones a los problemas que le tocará hacer frente en su entorno social. El ciudadano no se debe aislar en su área de comodidad, huyendo de la realidad, sino buscar ampliar su conocimiento para que pueda pensar en las soluciones que necesita para hacer frente a su ámbito de acción.

Todo esto será posible en la medida que como ciudadanos participemos en el diseño de una estructura de país y a la vez sepamos elegir a los mejores para dirigir el destino de la nación.


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