I.

¿Qué habría pensado Alfredo Maneiro si estuviera vivo?, ¿qué habría pensado, digo, si se hubiera enterado de que el gobierno le puso su nombre a una empresa editorial que opera como monopolio y que, retórica y estatutos aparte, administra la censura a la libertad de prensa en Venezuela, decidiendo a su aire a quién le entrega papel y a quién no?

Por lo que uno sabe de Maneiro, de su historia política, o de lo que escribió en la última etapa de su vida cuando fundó Causa Radical, cabe pensar que le habría indignado semejante ocurrencia.

II.

Señalo lo anterior porque la semana pasada se anunció que El Nacional no saldría más en su versión impresa, debido a que ya no hay manera de conseguir el papel requerido ni siquiera en la mínima versión –pocas páginas, escaso tiraje– en la que últimamente venía saliendo. Se une así, pues, a otras muchas publicaciones y pasa a formar parte de una estadística que muestra la eficacia obtenida por el gobierno en su empeño de limitar la información y, en general, de estrechar cada vez más los espacios democráticos. Una estadística que hace parte de la vida de un país gobernado desde una narrativa delirante que sirve de envoltorio a un progresivo autoritarismo, orientado por un proyecto político que, no obstante la pretensión de mostrarse como del siglo XXI, fue concebido en la centuria pasada, vuelto escombros en el muro de Berlín a final de los ochenta, y revisado y criticado profundamente desde el propio campo de buena parte de la izquierda mundial.

III.

Si se me permite un toque personal diré que El Nacional es un periódico que he leído regularmente desde los 9 o 10 años de edad; al principio solo en su sección deportiva, énfasis en fútbol y, un poco más tarde, beisbol. Pero luego de cierto tiempo lo empecé a revisar completo y descubrí de a poquito que, como alguna vez dijo Thomas Mann, el responsable de esa obra maravillosa que es la Montaña Mágica, “… en nuestro tiempo el destino del hombre muestra sus significados en términos políticos…”. En sus páginas he ido encontrando, así pues, informaciones y opiniones que, compartidas o no, me han ayudado a descifrar el país que somos, en el que vivo, tarea esencial, sobre todo en estos últimos tiempos en los que se ha pretendido apretujarlo en un relato político simple y maniqueo construido en modo pensamiento único, que sataniza la discrepancia y desfigura la realidad.

IV.

Fundado en 1943, sus 75 años, vividos como han sido vividos por El Nacional, no son obra menor y muestran a un periódico que tiene un muy buen pasado por delante. Equivocados están quienes creen que una rotativa desenchufada alcanza para que deje de ser lo que ha sido, lo que ha representado para el país y para uno.


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