Dedico el presente artículo, bajo la libertad de expresión que se defiende desde El Nacional, día a día, a los que luchan por la libertad, la justicia y la democracia. En las actuales realidades de confrontación política sin cuartel,  repudio cualquier intento de linchamiento comunicacional o moral, mediante ataque destructivo a la familia. No conozco mayor cobardía, dentro de las luchas que puedan librarse desde cualesquiera posición, que aquella que no solo no respeta a las familias de los adversarios o enemigos, sino que en cambio la utilizan como medio para reducir al contrario.

La vida en sus rutinas comporta momentos gratos e ingratos, pero más allá de estos nos pone frente a situaciones de desafío existencial. La familia es para la mayoría de los seres, que afortunados hemos tenido una, la mayor referencia de amor para el crecimiento  integral: físico, emocional y espiritual.

El ser político no solo no te exime del más profundo y más complejo de los retos que se nos presenta en la vida, cuando se es padre, madre, tío, padrino; sino que por el contrario se hace más exigente con nuestra conducta pública y privada ante la sociedad, y ante la propia familia.

Se debería seguir cierto código sobre aspectos éticos que tienen que respetarse, y delimitarse, dentro de la confrontación política. Hasta en los propios conflictos bélicos se debieron discutir en varias oportunidades formas y mecanismos de normarlos. “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, como dijera Carl von Clausewitz  (1780-1831). Precisamente por principios morales establecidos gracias a la familia, existen, aunque no estén explícitamente escritos, ciertas normas y principios que los políticos deben respetar en ese sentido, a la hora de actuar. Esos principios morales deben aplicarse como límites en las confrontaciones, con el fin de no atacar o intentar dañar a la familia de un político para dañarlo a él; o intentar dañar a un político a través de una determinada situación que se presente en su entorno familiar. Donde exista mayoría de edad, la responsabilidad propia ante la ley tendrá que aplicarse para que cada quien responda por sus actos. Las responsabilidades siempre deberán ser juzgadas en cada individuo, deslindándose, en cada caso, y durante las investigaciones, si hay responsabilidades compartidas con otros, que pudieran derivarse de actuaciones en grupos, sean entre familiares o no.

Venezuela, según he podido constatar durante más de la mitad de mi propia vida, viene padeciendo durante décadas el embate, más que de una confrontación de ideas, de las tinieblas de una lucha fratricida por el poder contra valores familiares esenciales; lo que nos debe llamar a todos a la reflexión sobre qué mundo queremos dejar a nuestras generaciones por venir. ¿Que valores debemos sembrar para lo que luego queremos cosechar?

Recuerdo la frase del presidente Pérez, como suerte de exhalación de la que sintió como su asesinato político cuando fue condenado por un supuesto uso indebido de doscientos cincuenta mil dólares de la partida secreta: “Hubiera preferido otra muerte”; No olvido que aquellos recursos, según él expuso en tal ocasión estaban relacionados con la protección de la vida de  una mujer excepcional, esposa leal del luchador democrático y editor Pedro Joaquín Chamorro, y luego presidenta de Nicaragua: Violeta de Chamorro. Hoy  quizás habremos comprendido lo que nos ha costado el mal manejo de nuestras realidades, y la ponderación del valor de uno de los auténticos líderes de la democracia venezolana.

La verdad de las cosas a veces toma tiempo en relucir, pero casi siempre en algún momento de la vida se despejan las tinieblas. Cuando despunte el sol del alba, el juicio de la historia nos llegará a todos los que, con aciertos, errores, inconsecuencias o traiciones, juguemos bien o mal las cartas que la vida nos dio oportunidad de barajar. De mi parte, como todo humano, imperfecto y vulnerable, encomiendo mi familia, y a todas las familias de mi patria, a la protección de Dios nuestro Señor, bajo el compromiso de juego limpio y consecuente por la libertad, la justicia y el progreso de nuestra nación venezolana.

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