I

Después de la gesta del 19 y la resistencia del 20, los muchachos pensaron que podían tener una noche de descanso, y por eso el viernes decidieron salir a casa de un amigo a celebrar su cumpleaños. Como saben que los tiempos no están buenos, se quedaron en la fiesta hasta las 5:00 de la mañana, cuando se fueron a su casa, en El Paraíso.

A la entrada de las residencias donde viven estaba apostado un gran contingente de la Guardia Nacional. La razón es que los muchachos de esa urbanización de Caracas han sido especialmente combativos, perdieron el miedo y el hartazgo es muy grande, porque han aguantado demasiado. El miedo que le tienen a su valentía se mide con la cantidad de esbirros armados.

Los muchachos entraron a la calle que conduce a los edificios donde viven. Los detuvieron unos guardias, los hicieron bajarse del carro. Les decían: “Ustedes tienen jodiéndonos todas la semana, nos tienen cansados, ahora los vamos a joder nosotros, bájense que van presos”. No sirvió de nada que se quejaran, protestaran, gritaran. Los esposaron y los metieron en una jaula. Allí comenzó la coñaza (perdonen la palabra, pero es la que mejor recoge lo feo de la situación).

Les dieron patadas, golpes, los insultaron, los amedrentaron. Los obligaron a acostarse en el piso de la jaula y les daban por todos lados. Los reseñaron, les quitaron sus documentos y sus teléfonos. Les amenazaron con mandarlos a una cárcel peligrosa. Les dijeron que sus fotos serían enviadas al programa de cierto diputado capitán para que los expusieran al escarnio público.

Cuando se cansaron de darles golpes, los bajaron de la jaula y los hicieron esconderse en unos arbustos cerca de la avenida.

II 

La madre de uno de los muchachos bajó a ver a los manifestantes pasar para gritarles su apoyo. Regresaban ya de la sede de la Conferencia Episcopal en Montalbán. Todo el mundo celebraba ese sábado la actitud de los guardias nacionales que parecían resguardar a las personas que marchaban. No hubo agresiones en esta zona, a diferencia del jueves y el miércoles anteriores.

Cuando llegó a la entrada, vio el carro de uno de los muchachos e inocentemente les preguntó a unos guardias nacionales si los habían visto. La respuesta fue que no podían dar información. La señora pidió hablar con el superior. El comandante del contingente, sin pelos en la lengua, dijo que estaban detenidos y reseñados y que serían llevados a una cárcel por ser culpables de quién sabe qué delitos.

La valiente señora insistía en que los soltaran, que le dijeran al menos dónde estaban, adónde los habían mandado. El hombre seguía sin responder, o peor aún, aprovechó para vejar a la madre que en su desesperación jamás pensó en claudicar hasta saber el paradero de su hijo y su amigo.

Los manifestantes ya estaban pasando por el frente de la residencia y uno de los muchachos logró levantar la cabeza de los arbustos donde los tenían. Un hombre lo vio y comenzó a alertar a los demás. Ante tal evidencia, la gente gritaba junto con la madre y, entre todos, fastidiaron tanto al comandante del contingente, que los soltaron.

III 

Félix Salazar, 18 años de edad, estudiante de Comunicación Social en la Universidad Católica Santa Rosa del estado Sucre. Preso. Se le acusa de posesión de artefacto explosivo y está en la cárcel de Puente Ayala, en Barcelona.

Estefanía León Reyes, psicóloga de la Universidad Bicentenaria de Aragua. Salió el 20 de abril a protestar y no regresó a su casa, está desaparecida.

Siempre me afectaron mucho los cuentos de los desaparecidos durante las dictaduras del Cono Sur. Siempre me parecieron terribles los relatos de los sobrevivientes de semejante práctica de terror. Aún hay familias que desconocen lo que sucedió con su ser querido.

Sí, es práctica común de las dictaduras. Los dictadores arremeten contra los jóvenes porque ellos elevan su voz por sobre todos los demás que protestan. Son valientes, arriesgados y saben que tienen el futuro perdido, y por eso pelean, se resisten.

Dicen por allí que a los guardias nacionales les pagan 500.000 bolívares por cada detenido que llevan. Dicen por allí que la crueldad con la que arremeten contra los manifestantes los delata como extranjeros, cubanos. La mamá del muchacho de El Paraíso asegura lo contrario, son bien venezolanos, como tú y yo.

¿Verdad que todo eso contrasta con el guardia aquel pasándole la mano a la viejita?


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