Habiendo transcurrido ya casi una semana del 15-O, son bastantes las opiniones y análisis que han circulado o siguen circulando sobre el tema, y como era de esperarse las recriminaciones más ácidas se enfocan contra la dirigencia opositora, en cuyo seno se han desatado tensiones y hasta feas sospechas que más bien debieran destinarse hacia el oficialismo que –según parece– hizo uso de triquiñuelas y ventajismos que le permitieron un triunfo cuando menos “sorprendente” toda vez que todas las encuestas de opinión preveían resultados del orden de 80/20 a favor de la oposición.

Una vez más se reafirma la condición humana universal que nos dice que la victoria suele tener muchos padres mientras que la derrota es huérfana. Dejamos a quienes deben dar explicaciones para que las den, si las tienen. Nosotros haremos un comentario sobre la relevancia y/o impacto que la desgraciada justa tiene y/o tendrá en la comunidad internacional.

Sabido es que la percepción externa acerca de la situación política venezolana siempre tendió a favorecer aquella quimera del “socialismo del siglo XXI” de la mano con la fascinación que ejercía el carisma del Eterno, aderezado con una salsa de demagogia, aventurerismo, irresponsabilidad y el aval de una bolsa con recursos inagotables. Hoy día –por faltar el dirigente fundamental sin un sustituto equivalente, adicionado al agotamiento del modelo y de los recursos para sostenerlo, más el descontento popular y la sangre de numerosos mártires– esa percepción ha cambiado diametralmente dando por resultado que el principal apoyo de la oposición es el escenario internacional, cuya presión fue la que permitió llegar a este punto que –aun no siendo el esperado– pone ante los ojos del mundo el lamentable estado de la Venezuela actual.

Qué se le dirá a esos gobiernos, organizaciones y personalidades internacionales para explicar y/o justificar que aquello del 80/20 resultó en una adjudicación de solo 5 gobernaciones sobre 23 y que aun así esas 5 victorias (Zulia, Mérida, Táchira, Anzoátegui y Nueva Esparta) quedarán de hecho anuladas ante el requerimiento de los ganadores de juramentarse ante una asamblea nacional constituyente, cuya elección no ha sido reconocida –ni mucho menos avalada– por casi ningún país del mundo. Esa gente no está en el detalle y la noticia de Venezuela ya ha desaparecido de las páginas de los principales medios formadores de opinión del mundo.

Habrá que mandar misiones para explicar, dar publicidad a unas actas que se dijo existen pero que a la hora de la verdad no aparecen. Habrá gobiernos extranjeros que por la propia dinámica de su política interna tendrán dificultades para sostener el apoyo a una oposición venezolana derrotada en un proceso cuyos pormenores poca gente conoce y menos aún entiende. Cómo hace Tabaré Vázquez, que en su corazón nos apoya, pero que depende de una coalición en la que los castro/chavoides/comunistas tienen el fiel de la balanza.

¿Qué hará la señora Bachelet que enfrenta elecciones presidenciales dentro de pocas semanas en las que su rival conservador, que luce ganando, está cuadrado con la oposición venezolana? ¿Qué irá a hacer el presidente Peña Nieto de México, hoy tan “escuálido”, cuando en su país ya se acercan los comicios presidenciales en los que el candidato de ultraizquierda, López Obrador, luce favorito? Toda esa gente piensa y dice que lo que hace falta en Venezuela es diálogo; sin embargo, la MUD ya informó que no habrá tal diálogo sin antes cumplirse a cabalidad las condiciones mínimas para ello. Unos creerán que eso es bueno, otros desaprobarán esa percepción. En el frente interno no habrá consenso y todos esos “padrinos” bien pudieran optar por un wait and see (esperar para tomar posición).

Una solución militar extranjera no luce posible ni deseable por los momentos, pero sí ya está levantando cejas entre gobiernos que les gustaría ver una solución de fuerza, y la opción de los que quieren que algo cambie para que no cambie nada.

Quien esto escribe aún no ha digerido los elementos que permitan aconsejar u opinar con serenidad. Los que tengan que hacerlo que lo hagan. Desde esta tribuna se aconseja mantener la lucha y revisar los procedimientos con valentía. El país lo merece, los mártires lo exigen y la diáspora de casi 2 millones de compatriotas lo desea.


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