Tomar whisky es un deporte extremo. Me explico: quienes sobrios, con audacia y un valor irrefutable, nos enfrentamos a tan arriesgada disciplina deportiva, tenemos conciencia del peligro que acarrea agregar cubos de hielo a un vaso de vidrio con whisky. El hielo cruje, se fractura y se expande, logrando una probable ruptura del vaso que, en caso de estallar, podría inutilizar nuestra mano, desfigurarnos el rostro e incluso cercenarnos la yugular.

¿Sabían que, si todos los hielos del mundo se derriten, el nivel del mar subiría dos metros y desaparecerían países como Holanda o ciudades como Nueva York o Miami?

Lo anterior fue parte de una exitosa conferencia que mis amigos Andrés Guevara, José Gregorio Cacuya y yo dictamos en Escocia en la Scotch Whisky Association ante 375 invitados internacionales. La ponencia llevaba por título: El whisky como deporte de alto riesgo y generador de adrenalina.

El whisky es alcohol y, si al servirlo coincide con la encendida de un cigarrillo, podría desatarse un incendio de consecuencias inimaginables para quienes nos echamos unos inocentes palos en un botiquín.

Otro peligro del deporte del whisky es el precio que tiene en la Venezuela comunista. Un sorbo cuesta hoy lo que ayer costaban cien apartamentos durante el mandato de los horribles adecos y copeyanos.

Quienes nos arriesgamos con esta costosa disciplina también tenemos que tomar en cuenta el daño que hace el agua que a veces acompaña el trago.

El agua es un peligro. Veamos: ¿en qué se hundió el Titanic? ¿En whisky o en agua? ¿Qué destruyó Nueva Orleans o las ciudades costeras de Japón? ¿El whisky o el agua? La respuesta es clara: debemos tomar conciencia del daño que hace ingerir líquido tan peligroso. Si el agua deteriora el camino, ¿qué no hará con el intestino? Por eso existimos valientes quienes optamos por el saludable deporte de beber whisky.

Muchos atletas, de aburridos deportes tradicionales, no tienen más coraje que mis amigos y yo cuando ingerimos whisky.

La parte más excitante y que genera más adrenalina del peligroso deporte de libar whisky es cuando, temerarios y felices, llegamos de madrugada a la casa.

—¡Muy bonito…! ¿Dónde andabas?

—Practicando deportes extremos.

—¿Tú crees que yo soy pendeja? ¡Tú andas en vainas de faldas!

—¡Claro! De faldas escocesas con Johnnie Walker, John Dewar, Chivas Regal, Jack Daniel y el viejo Parr.


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