Parece ser que, recientemente, alguien en la sociedad moderna se ha dado cuenta de la importancia de las letras y la lectura. Leer nos vuelve más reflexivos y lo bueno de esto es el hecho de que una persona reflexiva no actúa de modo instintivo. El hombre de letras controla sus momentos. Dicho de otra manera, el lector espera, duda y piensa antes de reaccionar a un estímulo exterior con una respuesta animal y primaria. Y luego, si acaso, actúa. No conozco a nadie que dé tumbos en el sofá, grite y moleste a los demás mientras lee una novela. De hecho, los lectores suelen comportarse de manera especialmente silenciosa. Leer un libro nos calma por dentro. Y por fuera.

Leer libros de ficción o no ficción es bueno y un lector lo sabe. Perdóneme la obviedad que viene, pero es que un no-lector no lo sabe. Un individuo que no lee no tiene ni idea de lo que se está perdiendo. Vamos, que no le preocupa lo que digan estas líneas que compartimos usted y yo. Sucede con la lectura lo que pasa con muchas cosas en la vida. Uno se oye a sí mismo explicando qué no debe hacer un buen alumno en el aula a los alumnos que son buenos, e irónicamente los alumnos malos no entienden el mensaje que iba destinado a ellos.

¿Qué nos preocupa? ¿Por qué queremos que lean los adolescentes? Entre las ventajas citadas por los adultos biempensantes a favor de la lectura se encuentran la construcción de pensamiento crítico, la facilidad para hablar en público, el fomento de la imaginación y la creatividad, el sentido de la empatía, etcétera. Los defensores de estas ideas tienen razón, aunque hayan optado por elegir el lenguaje que ellos consideran políticamente correcto. La verdad es que hace falta algo más que lectura para gozar de criterio. También se necesita carácter y buena disposición para aceptar verdades que uno no habría considerado antes. Una persona tímida no va a hablar en público con soltura solamente por dedicar tiempo a leer tratados de retórica. Uno debe sentirse seguro de sus conocimientos para poder expresarlos en un foro. La imaginación y la creatividad son virtudes que se tienen o no se tienen. En fin, la lectura ayuda mucho, sin embargo, el lector ha de poner algo de su parte.

Un joven sin educación no va a leer un libro de poemas, una novela o un ensayo. Es probable que le asuste la presencia monótona de las letras, las palabras y las líneas. Hoy la sociedad vive una época visual, de imagen y fotografía, poco dispuesta a tener calma. Cuando un adolescente carece de la paciencia necesaria para permanecer al menos treinta minutos leyendo La historia interminable de Michael Ende, por poner un ejemplo, no es capaz de entender los motivos que llevan a Bastián Baltasar Bux a escaparse de las clases y encerrarse en el desván de su escuela con un libro.

La disciplina de la lectura no vale para todo el mundo y la soledad tampoco.


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