Uno de los más graves daños que ha producido el proceso de Hugo Chávez, y la dictadura destructiva encabezada por Nicolás Maduro, ha sido el de la completa desvalorización del trabajo. Desvalorización que se extiende en los diferentes aspectos relacionados con este tema: quiebre de empresas en el sector privado o su estatización, comprometiendo las fuentes de empleo o condicionándola a factores ideológicos y lealtades impuestas. Colapso económico que ha desintegrado la capacidad de los sueldos para adquirir los bienes y servicios más básicos y necesarios. Depauperación del mercado laboral con altos índices de desempleo -este año llega a 44% según el FMI-, además de la imposibilidad de prepararse y evolucionar en oficios y profesiones.

Precisamente, la masiva diáspora que vive Venezuela tiene una de sus razones fundamentales en la búsqueda de opciones de trabajo. Desde profesionales especializados hasta mano de obra no calificada han migrado en la región y el mundo buscando opciones y posibilidades inexistentes en nuestro propio país.

Es claro que para la consolidación del Estado dictatorial, el condicionamiento negativo del trabajo es necesario en orden de imponer sistemas de control, dependencia y dominación. Los “bonos” y misiones son muestra de esta instrumentalización oportunista y criminal por parte del régimen, así como la manipulación y explotación de grandes nóminas en el sector público sometidas a los designios del poder.

En las comunidades, esta terrible realidad se expresa en lo precario de los sueldos, que impide la autonomía económica de las familias, así como en las dificultades que enfrentan los pequeños y medianos empresarios locales para mantener sus negocios, con las consecuencias negativas en el entorno inmediato. También, en los efectos del colapso de servicios como agua, electricidad, gas y transporte, que imposibilitan rutinas básicas de vida y comprometen el ejercicio de actividades laborales.

De igual forma esta grave situación afecta a la población estudiantil más vulnerable. Los jóvenes deben dejar sus estudios para emplearse de cualquier forma y aportar económicamente, magnificándose el problema del trabajo informal. También aumenta el riesgo de que este mismo sector de la población sea captado por elementos criminales, que aprovechan la emergencia y la necesidad ofreciendo alimentos y otros incentivos como pago.

Pero por sobre todo esto, nuestra experiencia en las comunidades nos muestra los increíbles esfuerzos que realizan sus habitantes para mantener sus empleos bajo estas terribles condiciones. La gente se organiza en redes de apoyo: se comparten vehículos para desplazarse al trabajo, se organizan grupos que cuidan a los niños para que los padres puedan cumplir sus jornadas. De igual forma, se buscan maneras de generar emprendimientos sostenibles, así como de llegar a acuerdos con empleadores que permitan el sostenimiento de la actividad de empresas y negocios.

Es por ello que, en la ruta hacia la transición democrática, la movilización de este Primero de Mayo tiene una importancia significativa. No solo para denunciar este estado de las cosas sino también para expresar la necesidad del país, de que el trabajo -digno, productivo y libre- sea nuevamente una fuente de progreso y bienestar tanto para el individuo como para el colectivo.

Desde el movimiento Mi Convive hemos promovido la concientización para abordar este tema, dada su importancia en los procesos de empoderamiento y superación de las personas. Tanto en el desarrollo de liderazgos locales, como en la generación de emprendimientos, hemos insistido en la preparación personal y la creación programas de inserción laboral.

En el proyecto Vamos nos hemos aliado con empresas como la red de pastelerías Danubio en las que jóvenes en situación de vulnerabilidad y riesgo participan en pasantías que los ayudan a profesionalizarse en este ámbito en particular. De igual forma, el programa hermano de Alimenta la Solidaridad, Sustento, es una iniciativa que brinda tanto talleres de emprendimiento como una plataforma de trabajo, con la creación de un servicio de comidas y de manufactura de artículos artesanales en el que participan las madres de Alimenta.

Estos programas generan ingresos tanto para las madres como para los comedores, contribuyendo activamente con la sostenibilidad de los mismos proyectos. Esto es de gran importancia porque se genera autonomía en las personas, contrarrestando los vicios asistencialistas y clientelares que han caracterizado al modelo dictatorial. La solidaridad no es limosna ni dádiva, sino el aporte de herramientas y apoyo que lleven a la construcción de autonomía y desarrollo.

Generar fuentes de empleo estables y productivas, que beneficien tanto a empresas y trabajadores como al entorno social en el que estos se desarrollan, son objetivos fundamentales para la nueva Venezuela. Solo pueden darse en un contexto de democracia que permita las condiciones de solidaridad y productividad indispensables para ello. Esta es una de las múltiples y necesarias razones por las que este Primero de Mayo desbordaremos las calles del país.


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