El año 1989 fue año que pasó a la historia contemporánea venezolana por las repercusiones del tristemente recordado Caracazo. Todavía hoy se discuten especificidades de causas y consecuencias que desataron aquella explosión social ocurrida a inicios de dicho año entre el 27, 28 de febrero y primero de marzo.

Desde mi oficina de ingeniería independiente, en Caracas, seguía el aprendizaje continuo iniciado años atrás durante los estudios en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela. Un año como asistente de ingeniero, en una de las más prestigiosas oficinas del país e incluso de América Latína,  como lo era Caltec. Bajo la batuta ingenieríl de maestros como Manuel Vicente Méndez y Gustavo Rivas realizábamos estudios y proyectos para la continuación de los desarrollos hidroeléctricos del Caroní, a través de la compañía nacional Edelca. Dos años en el Departamento de Hidráulica de dicha facultad de la UCV. Dos años en el Ministerio del Ambiente, y dos en la empresa privada me daban un piso para asumir responsabilidades, de menos a más, desde mi oficina independiente.

Rescato el recuerdo cuando se me invitó a formar parte del equipo técnico de la Comisión de Administración y Servicios Públicos, bajo la presidencia de Miguel Henrique Otero. De dicha experiencia quiero destacar, además de los esfuerzos por controlar el mejoramiento de la prestación de los servicios públicos, el esfuerzo legislativo que dio como producto la Ley de licitaciones de obras y servicios públicos nacionales.

Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde entonces, cuando en aquel 1989 hubimos de recomendar el ordenamiento de la ejecución de las obras de la Autopista a Oriente Gran Mariscal de Ayacucho. Iniciada por varios frentes, con desorden y despilfarro, la misma se hubo de continuar por fases funcionales, concluyendo tramos y poniéndoles en servicio durante el segundo gobierno del presidente Pérez. Hoy día la comparación con la magnitud de despilfarro de los recursos y ya no solo el desorden sino el abierto latrocinio y malversación de fondos en obras inconclusas y otras prácticamente no iniciadas son sencillamente no mensurables.

Cuando de la crítica severa, y hasta destructiva, durante la democracia cuartorrepublicana pasamos a buscar orígenes de esta más que debacle traición a la patria, concluimos que el sistema democrático venezolano no logró modernizarse en la magnitud y a la velocidad que eran imprescindibles, para un país pujante de los años sesenta, setenta y ochenta. Que la reelección después de diez años fue un elemento perturbador de la vida política venezolana. Que buscando más bien en el pasado de caudillos hemos debido buscar en la modernidad. 

De Fe y Alegría pasamos a supuestos programas educativos, el del analfabetismo por ejemplo pretende volver analfabetas funcionales a nuestros compatriotas. Médicos se sustituyeron por supuestos médicos familiares que eran agentes del castrocomunismo; y de los competentes ingenieros venezolanos se pasó a la aceptación de la sustitución de la ingeniería nacional por mafias internacionales, bajo sobornos y tráfico de influencias, robo y la legitimación de capitales.Concentraron todos los vicios en uno solo, el regreso a la concentración del poder y no al fortalecimiento de la separación de poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Este último ha cumplido un rol fundamental de defensa del Estado de Derecho y de la Justicia como pilar fundamental de una vida de buenos ciudadanos al dictar sentencia por ladrón y legitimador de capitales a quien se cree aún presidente de los venezolanos.

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