En Venezuela como en otras partes de Iberoamérica hemos visto, y en nuestro caso vivido, el caer en la trampa de los discursos demagógicos, las falsas promesas que han elevado populistas inescrupulosos para llegar al poder o mantenerse en él, trayendo como consecuencia de esto el mal que vive nuestra nación.

Intentando ser lo más objetivo posible, el discurso del chavismo al comienzo enamoraba, sobre todo a ese que tenía sed de justicia, que quería una vida mejor con más oportunidades, burdo engaño, en sus planes reales no estaba el cumplir promesas, solo manipular y engañar; del discurso a lo que es la realidad, hay todo un camino de sufrimiento, atropellos, muerte y miseria que hoy no se puede ocultar.

Esa misma demagogia sigue presente hoy día; por ejemplo, se ha visto al impresentable Diosdado Cabello decir: “No puede ser chavista quien sea corrupto” y es que nadie le va a decir que el megasaqueo de la nación ocurrido en los últimos 20 años fue y es perpetrado por el chavismo que son los únicos que han estado en el poder y en estos últimos tiempos hasta de manera ilegal, este elemento practica un cinismo de talla mayor, y el mismo Diógenes de Sinope se ruborizaría al oírle; pero esto no queda ahí, también al otro lado del charco los hay y ahora vienen con golpes de pecho.

Y es que Pablo Iglesias, el mismo que defendía a muerte el modelo chavista, que negaba hasta el punto la existencia de la crisis venezolana hasta no hace nada, salió con un acto de contrición al decir: “No comparto algunas cosas que dije en el pasado (sobre Venezuela) y creo que la situación política y económica en Venezuela es nefasta”, más adelante dice: “Rectificar en política está bien” (cosa que es cierta), pero si el señor Iglesias de ahora en adelante no trabaja activamente para convencer a sus amigos-aliados de que entreguen el poder y se entreguen a las autoridades para su enjuiciamiento por todos los crímenes cometidos, simplemente será un hipócrita más, un demagogo en toda regla.

Mientras esto va pasando, la realidad sigue golpeando a nuestras familias, amigos y demás. Estas fiestas estarán marcadas por la carencia y ausencia tanto de personas como de cosas, y esta situación se alargara en la medida en que las personas sigan inmóviles y expectantes. El cambio está en nosotros, el derrocar este sistema que nos hunde cada vez más es nuestro deber.

Que hable la calle.

Fuerza y fe.


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