He puesto mi atención, en pasados artículos, en el problema de la violencia. “Siembra de vientos que va cosechando tempestades” y que va dando sus dolorosos frutos. Ocurre a los largo de dilatados procesos históricos, cuando se desconocen los derechos ciudadanos. La instauración de regímenes dictatoriales en el mundo, como ha ocurrido en países del Medio Oriente, Asia o ahora lamentablemente en Venezuela. Ello exige una nueva actitud mundial diferente ante tales acontecimientos. Las naciones que asumen la resistencia ante estas arbitrariedades, negándose a convivir con lo que va tornando en criminalidad que controla las armas de un Estado fallido con las que les subyuga, pagan un alto costo en vidas, y sacrificios.

Ante tan oprobiosas realidades, solo se tiene el camino de la organización popular, la alianza nacional unitaria contra la tiranía, que con decidida posición le pase por encima a intereses sectoriales y sectarios. Ella, junto al apoyo de la comunidad internacional mediante una coalición de apoyo militar, con prevalencia de la respuesta humanitaria bajo grandeza de luchar por la libertad del ser humano, siembra esperanza de justicia y de progreso. Por ello es indispensable romper tal control de las armas en manos criminales para restablecer el orden civilizado y democrático. Ello no solo está justificado sino que se hace vitalmente necesario.

De acuerdo a cómo se entienda y rectifique este punto clave de la estrategia a seguir, para superar la dominación del régimen dictatorial y de todas las pérdidas cada vez mayores que produce, depende precisamente que ocurra una mayor o menor violencia hasta sus altísimas consecuencias, a la hora del desenlace final de dicha situación.

Este domingo Venezuela se enfrenta nuevamente al fraude sistemático del socialismo del siglo XXI, que ya sabemos quedó en plena evidencia con su mega farsa electoral de la asamblea nacional constituyente del 30 de julio. Esa absurda pretensión de que los gobernadores que salgan elegidos el próximo domingo tengan que juramentarse ante tal asamblea constituyente fraudulenta es prueba crucial frente al problema, no de forma sino de fondo, en cuanto a la defensa del sistema de valores de convivencia y respeto por todos los ciudadanos y por la Constitución.

Preparémonos, pues, para la jornada de votaciones de este domingo 15 de octubre (saliendo muy temprano a votar), y luego para una lucha continúa y sin vacilaciones de defensa de la elección realizada. Lucha que nos una en la demanda de la terminación de la dictadura y el comienzo del retorno a la democracia. Eso significa asumir que los criminales deben ser puestos en evidencia con esta lucha, estado por estado, municipio por municipio, calle por calle. La lucha por recuperar nuestra libertad no puede dividirse entre votantes y no votantes, MUD o resistencia, crédulos o incrédulos. Debe cohesionarse y hacerse coherente en la estrategia de exigencia del cumplimiento de la Constitución y del respeto a los organismos legítimamente establecidos como la Asamblea Nacional elegida en el año 2015, y de la soberanía que reside intransferiblemente en el pueblo.

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