Se comenta que Rusia ha resuelto ser actor en la escena geopolítica que está en pleno desarrollo en nuestro continente. Después de casi 30 años de haberle retirado su apoyo y sostén económico a la Cuba de los Castro pareciera –según actores interesados– que está disponiéndose a ser un nuevo eslabón en el mantenimiento –¿o debería decir en la supervivencia?– de las izquierdas radicales de este hemisferio.

En mala hora Vladimir Putin se inventa una tarea ciclópea a 10.000 kilómetros de distancia de Moscú. La realidad es que la cuesta más empinada que puede existir en la política internacional de estas épocas es la de darle aliento a modelos de gobierno y a regímenes que han demostrado, con hechos fehacientes y de manera inequívoca, la total incapacidad de resolver los problemas de la sociedad que gobiernan.

Pero lo cierto es que, de alguna manera, los rusos han estado permitiendo que algunos jerarcas del chavismo-madurismo publiciten a los cuatro vientos una relación preferida con Rusia, un apoyo decidido de Putin y una coincidencia ideológica que – veámoslo claro– ni les pasa por la cabeza en Moscú y ni la verbalizan tampoco. Recordemos apenas el reciente viaje de la vicepresidente venezolana a esas tierras frías en el que ni siquiera recibió los honores diplomáticos de rigor.

Si el juego que está en desarrollo en el caso venezolano es el de la intimidación del adversario con amenazas de acciones de intervención, como viene haciendo norteamérica desde inicios de este año, no le hace mucho daño a nadie –pensarán en el Kremlin– que Maduro y sus adláteres exhiban con altos decibeles una supuesta alianza estratégica con Moscú.   

Miremos el tema más de cerca. A la hora de acciones concretas de apoyo a sus aliados, mientras en Washington se ha puesto en movimiento todo un sistema de duras sanciones para los jerarcas chavistas y quienes mantengan relaciones económicas o financieras con la dictadura que despacha en Caracas, lo más lejos que ha llegado Putin es a enviar aviones y técnicos a suelo venezolano y dejar que el gobierno lo perifonee como mejor desea.

El apoyo de Rusia a Nicolás Maduro –Cuba incluida– no puede ni siquiera calificarse como un elemento del pulso político con Estados Unidos para mantenerse con un jugador de élite de la escena global. La verdad es que estos dos actores no juegan en las mismas ligas y el que no lo vea así se equivoca de palmo. La Rusia de hoy no tiene la gravitación planetaria que llegó a tener la Unión Soviética ni en el terreno de lo económico ni en lo militar, aunque a todos nos mantenga deslumbrados su supuesta supremacía informática y digital.  

En otro terreno, asociar la acción de soporte revolucionario de Rusia a la de China es un error de gran calibre. China está siendo manejando por un esquema de capitalismo de Estado que se lava las manos en relación con el drama venezolano, más allá de intentar mantener una relación medianamente buena con el gobierno que le permita recuperar las porciones de préstamos que aún le adeudan y rescatar algunas de las inversiones que todavía mantiene en la Venezuela revolucionaria.

La única verdad es que sí se han prestado ambas naciones para mantener la ancestral diatriba del “pensamiento de izquierda versus pensamiento de derecha” en las reuniones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de la OTAN. Pero hay que tener claro que esos desencuentros se producirían igualmente si el tema en el tapete no fuera la circunstancia venezolana.

No es posible saber a ciencia cierta hasta dónde piensa involucrarse Putin en salvaguardar, a troche y moche, a un gobierno dictatorial desconocido ya por cerca de 60 de los más importantes países del orbe. Rusia mantiene aún inversiones de alguna talla en suelo venezolano y un significativo saldo negativo en sus cuentas por cobrar.

La sindéresis que debe acompañar a todo gobernante de nuestros tiempos es la de interrogarse lo que puede extraer para sí de sus alianzas con terceros. Y algo hace pensar que mejor se ubica Rusia en mantener una posición de consistente distancia de los dislates y horrores del régimen que encabeza Maduro, si lo que al final debe importar es salvar, del ahogado, el sombrero.


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