Nunca he entendido el miedo de muchas personas a la soledad, si es un maravilloso momento para estar con nosotros mismos y desarrollar nuestro posible potencial artístico y laboral. Comprendo que no poder compartir con los demás ni desarrollar el amor fraterno o conyugal duela, pero evitar por cualquier medio los momentos de soledad que vivimos me parece que es desperdiciar un maravilloso recurso (por llamarlo de alguna manera). Desde que descubrí el inmenso valor del cultivo de la espiritualidad y el conocimiento, anhelo y estimo las horas o minutos del día que logro estar conmigo mismo y nadie más.

La defensa y búsqueda de la soledad es un tema de siempre, pero considero que adquiere mucha mayor importancia en los tiempos como el Adviento en los cuales nos preparamos para la Navidad. La Encarnación de Dios es el más grande misterio del cristianismo, no puede ser acallado en el ruido y debe ser hecho ideas y sentimientos a través de la oración. Y esto resulta una paradoja porque nuestra cultura materialista-consumista (a pesar de la profunda pobreza que afecta a las mayorías venezolanas) combinada con nuestra mentalidad fiestera hace de la soledad un verdadero lujo e incluso un imposible las Fiestas. Pero debemos luchar por ello, apartarnos del resto en algún momento, ser más contemplativos y no creernos siempre el centro de las reuniones o de nuestros seres queridos. Todos necesitamos y debemos buscar aunque sea pequeños momentos de soledad y silencio todos los días, y una vez cada tantos meses vivir períodos más largos para grandes meditaciones que examinen el transcurso de nuestras vidas.

La soledad de la cual hablo es que la que buscamos las personas que no somos ermitañas o asociales; es decir, es la que en medio de la vida familiar procuramos para estar con nosotros mismos y especialmente desarrollar una veta artística o esfuerzo en una meta personal. En mi caso (docente-investigador que debe leer y escribir un mínimo diario) siempre ando buscando los espacios para estar solo, es por ello que uno de mis anhelos es tener una biblioteca donde me pueda encerrar y no ser molestado por un tiempo. Algunos nunca lo logran y en verdad no sé cómo hacen para estudiar, leer, escribir y realizar cualquier actividad que requiere una gran concentración, en medio del ruido y el ir y venir de las personas. Yo lo he intentado, pero si la procrastinación se desarrolla cuando logramos el silencio no quiero pensar en su fuerza en medio de las distracciones. Son muchas las anécdotas de escritores que en su búsqueda de la soledad han sacrificado el sueño para trabajar en las noches en la cocina o en lugares francamente inhóspitos. Sé de muchos que escriben y leen en los baños de sus casas, y así son tantas las historias.

Muy probablemente el logro de la soledad depende de nuestra decisión para obtenerla, haciéndole saber a los demás (los que siempre están a nuestro lado) que necesitamos ese momento. El novelista Stephen King da un consejo para los que anhelan seguir sus pasos escriturales que está íntimamente ligado con la soledad: “El espacio solo requiere una cosa: una puerta que estés dispuesto a cerrar. La puerta cerrada es una manera de decirles a los demás y a ti mismo que vas en serio” (2000, Mientras escribo). Es así, los que nos quieren de verdad sabrán que la soledad es parte fundamental de nuestras vidas y por ello la respetarán. Porque al final es un medio para lograr la felicidad, y con toda seguridad después de ese rato con nosotros mismos saldremos a querer mejor a nuestra familia.


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