Desde hace cierto tiempo una idea recurrente merodea mis pensamientos, idea que va tomando forma a medida que al igual que todos los venezolanos seguimos siendo víctimas del régimen totalitario que en dos décadas ha secuestrado lo que era Venezuela, convirtiendo esto en una impostura de país, un des-país,

No es desconocido para nosotros que desde el inicio del secuestro, como igualmente ha ocurrido en otras sociedades devastadas por las destructivas prácticas socialistas, el señalamiento ante las desastrosas condiciones de tales sociedades, quienes por convicción o engaño aún creen en ese despropósito suelen manifestar que no se está ante un verdadero socialismo porque se encuentra en formación y no se ha permitido su verdadera instauración, mientras que por otra parte, en aquellas sociedades en las que ha habido cierta generación de riqueza, o bien son señalados como ejemplos de socialismos exitosos, como serían los casos de los países nórdicos, que desde ya hay que desechar de plano que en efecto sean socialistas, ya que no lo son; otros casos, como el de China, lo que incluso por algunos factores es referido como signos de apertura, suelen ser referidos como ejemplos de capitalismo de Estado, a lo que también con la igual contundencia hay que señalar, que no, no son capitalistas, no lo son, porque continúan siendo regímenes absolutistas.

Necesario es destacar y rescatar la idea de que la existencia de tales etiquetas de capitalismo en contraposición a socialismo obedece a la propia intención del creador del marxismo, es así, del propio Marx.

Un aspecto esencial que debemos considerar es que más allá que la expresión de capital, sino su contexto general de la idea de capitalismo fue producto del propio Marx, ello en el sentido de que su más que conocida y catalogada como infame obra Das kapital podría considerarse una suerte de punto de partida de la utilización de la etiqueta de «capitalista» para identificar no solo a los sectores que más allá de considerarse inversionistas o generadores de riqueza, lo son aquellos en la acera de enfrente a los considerados comunistas, o los eufemísticamente denominados socialistas, e incluso hasta los socialdemócratas según otros sectores del foro.

Al igual como ocurre con los demás infames fenómenos de los totalitarismos, absolutismos, dictaduras, tiranías, populismos, y otros, el uso y manipulación del lenguaje moral, plagado de eufemismos y plenitud de falacias, con no otra intención de intervenir y fracturar las instituciones jurídicas, políticas y sociales para su secuestro y destrucción, son la utilización de etiquetas y ardides lingüísticos de los agentes de las tiranías un arma muy poderosa a la que ha de estarse atentos ya que se corre el riesgo de obrar a favor de tales sistemas.

En el caso venezolano, bien merece destacarse como la costumbre a etiquetar son cosas del día a día, y vaya que han servido para la instauración del régimen, tales son los casos de las etiquetas y utilización de expresiones como las de escuálidos, apátrida, antiimperialista, guarimbero e incluso hasta la misma de oposición, entre otras, que más allá de una dimensión de supuesta ofensa del otro, su intención primordial es la del propio reconocimiento de la existencia de la impostura, así entonces, cuando desde el primer momento que se hace una autorreferencia de quien es señalado por el régimen como escuálido, guarimbero y hasta de mismo opositor, más allá de reafirmarse como contrario al régimen, se le está reconociendo, que en definitiva es lo que desde el primer momento deseaba.

Así como no existe una izquierda sin derecha, y valga destacar que los elementos que dieron lugar al surgimiento de tal diferenciación y de tales etiquetas, hoy completamente superadas, no existiría la etiqueta de comunismo y socialismo sin la de capitalismo, y que en definitiva no ha sido creación de la propia infamia para pretender su reconocimiento, por lo que su simple utilización ya sería entrar a participar un juego trampeado previsto por quien solo sabe hacer trampa y ha hecho de ello su modus vivendi, razón por la cual prefiero declararme anticapitalista, mejor aún, acapitalista, pero por sobre todas las cosas, más allá del uso de las etiquetas, fiel creyente de los sagrados derechos de la vida, libertad y propiedad en todas sus dimensiones, los verdaderos derechos fundamentales sin los cuales puede pretenderse la existencia de ningunos otros derechos o prestaciones.


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