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“En el instante también reside la eternidad”. Charles de Baudelaire

Pude ver y luego oír los relatos y leer los comentarios angustiados de amigos, correligionarios, condiscípulos, profesionales y ciudadanos de a pie, con respecto a la destrucción, saqueo y violación de las instalaciones y recintos de la Universidad de Oriente. Confieso que me avergüenzan esos hechos y me recuerdan episodios hórridos de un pasado, testigo de la confrontación entre los hombres que, ideologizados, como puñales transversales nos hieren, nos ofenden, nos irrespetan a todos, nos laceran el alma.

Y naturalmente reaparece en la memoria un episodio sórdido; el militar, José Millán-Astray y su grito «¡Abajo la inteligencia, viva la muerte!» irrumpiendo brutal allá en la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, a lo que responde Miguel de Unamuno así: »Este es el templo de la inteligencia [en referencia a la universidad]  y estáis profanando su sagrado recinto. Yo soy su sumo sacerdote. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis».

La secuencia fue de guerra y odio, bañando a España de sangre de sus vástagos y metiéndola en un túnel obscuro que los cegó y encadenó por décadas, perseguida la inteligencia porque traía en las alforjas el pensamiento crítico y la defensa de la verdad. Sobrevivió penosamente la madre patria nuestra, con sometimiento físico, sin tolerancia siquiera, sin consideración por la más elemental dignidad humana. Fascismo y dictadura, pues.

Traigo a colación estos episodios porque me solivianta el espíritu, las recurrentes acciones de los venezolanos disfrazados de revolucionarios y populistas para realmente tratar de esconder su verdadera naturaleza; son fascistas que se sostienen en una dictadura militar, asociada y beneficiaria del destrozo subsecuente de la institucionalidad que tanto le costó a la patria y sin la cual no hay ni habrá ninguna posibilidad de desarrollo económico y menos aún de elevación del índice de desarrollo humano.

No observo y lo digo con énfasis, ninguna voluntad o disposición de redimirse de aquellos que continúan negándose a reconocer y asumir responsabilidad por el crimen cotidiano que se perpetra contra nuestro pueblo y todo aquello que constituye su cultura, su educación, sus servicios de salud, sus escuelas y maestros, sus universidades, su justicia, sus empresas, su economía petrolera, su seguridad, por citar solo algunas pocas de las prestaciones que funcionaban medianamente, y luego del paso del chavismo, madurismo y militarismo, han quedado postradas e incluso inertes, sin esperanza de recuperación.

El Estado venezolano ha sido, por el usurpador gobierno, expoliado, escalpado, cuasi aniquilado y, todos los estudios sobre las materias pertinentes que el mundo adelanta en políticas públicas lo confirman. Macroeconómicamente o en la microeconomía de cada familia criolla, se experimenta una impajaritable conclusión; el presente es aterrador de hambre y precariedad existencial y futuro no hay.

Por eso me llama a reflexión, las propuestas y diálogo incluidos, que pueden mantener más tiempo en el poder a los que sin exageración alguna, con seriedad, honestamente podemos llamar usurpadores, demoledores, destructores de nuestro país porque, francamente, solo pareciera los intentos en esa línea ofrecidos, más tiempo en la cúpula para los que subyugan a los que apenas viven o lo hacen agonizantes. Cuesta creer en la buena intención de los que así piensan y actúan.

Pero una de las razones que nos presentan y que es digna de consideración es aquella según la cual no hay fuerza en la ciudadanía para lograr el objetivo, siendo que las armas están del otro lado y además comprometidas con la manutención de un régimen militar en lo esencial. Mucho de eso parece cierto, aunque resulte deprimente y cobarde. Me refiero a intuir y saber que la tropa de abajo languidece hambrienta y acomplejada, los cuadros medios se corrompen a diario y la oficialidad mayor disfruta concupiscente de la nueva oligarquía a la que pertenecen y han construido, con la traición y el insolente calculo crematístico como razón y motivo.

Entiendo que no es fácil desalojar a los usurpadores y negociar se vuelve, nos guste o no, una opción a considerar pero, aunque luzca aporético, no puede dárseles más tiempo a los que ofreciendo la vida, traen cada día la muerte, a los que cínicamente aspiran solamente permanecer en el poder, negados a rajatablas, a rendir ninguna cuenta.

¡Cuidado con eso! Son zafios y deliberadamente derrumban toda institucionalidad, como lo que intentan hacer con la Asamblea Nacional. Alimentan la injusticia cotidianamente, como si la injusticia no fuera una forma atroz de la violencia. ¡Dios nos proteja de saltimbanquis y ladinos, merodeadores y apátridas que pululan en esta hora aciaga de la república!

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@nchittylaroche


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