En 2008 ocurrió un hecho cuya trascendencia no ha tenido la divulgación que merece: la Constitución de Ecuador, aprobada ese año, estableció –específicamente en el artículo 71– los derechos de la naturaleza. El primer párrafo del artículo reza: “La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos”.

Aunque expertos y grupos ambientalistas de ese país sostienen que la legislación ecuatoriana todavía tiene omisiones y lagunas legales que deben subsanarse, y que la acción contra el medioambiente no ha disminuido de forma sustantiva, el hecho de que haya un texto constitucional en el mundo, donde se asuma que los derechos del ser humano –la visión antropocéntrica– están interrelacionados con la existencia sostenible de la naturaleza, es un salto cualitativo de inmensa importancia, que debería cuando menos generar reflexión y debate entre los legisladores de todos los países.

Hay que agregar que la República del Ecuador, territorio de casi 284.000 kilómetros cuadrados, donde viven poco más de 17 millones de habitantes, tiene la maravilla de ser el país con mayor concentración de ríos por kilómetro cuadrado y, asociado a ello, con una tasa de biodiversidad entre las más altas del planeta. No se puede pensar ese país sin recordar que el ecuador, esa línea imaginaria que divide la esfera terrestre en dos mitades –norte y sur– cruza el territorio de este a oeste. Ni tampoco que a unos mil kilómetros de su costa, en pleno océano Pacífico, se encuentra ese otro prodigio de su espléndida naturaleza: el archipiélago de Las Galápagos. Entre el 15 de septiembre y el 20 de octubre de 1835, Charles Darwin recorrió el archipiélago a bordo del bergantín HSM Beagle como parte de la investigación que daría fundamento a El origen de las especies, probablemente uno de los textos más influyentes en la historia de la ciencia.

Recordemos que, entre agosto de 1996 y el 15 de enero de 2007, Ecuador tuvo 8 presidentes. Fue un período de recurrente inestabilidad, impugnaciones y violencia política, seguido, entre enero de 2007 y mayo de 2017, por la llamada “la década de Rafael Correa”, que signó un rumbo muy marcado en la política ecuatoriana. Durante esos años, apuntalado sobre la base del crecimiento de los precios del petróleo, el gasto público se disparó –así como la deuda pública que, entre los años 2009 y 2017, casi se triplicó: pasó de 16% a 44,6% del PIB– lo que produjo dos importantes impactos: Ecuador pasó, según el Banco Mundial, de la categoría de país de ingreso medio-bajo a la de ingreso medio-alto, y se logró reducir la pobreza extrema alrededor de 50%. En ese período, según economistas expertos, se echaron las bases para que, en promedio, el ingreso familiar alcanzara a cubrir la canasta básica, lo cual en América Latina de considerarse un logro.

Pero esta política, calificada como populista, trajo consigo otras consecuencias: decrecimiento de la inversión privada y de la inversión en general, desaprovechamiento de las oportunidades de incentivar la producción; promoción de una cultura del gasto y del consumo. Como ha dicho Alberto Dahik Gargozi, director del Centro de Estudios Económicos y Sociales para el Desarrollo, Cesde, se creó “una adicción al gasto público”. Es decir, se impuso la práctica engañosa, y finalmente muy nociva, de vivir por encima de las posibilidades.

Cuando se produce el lanzamiento de la candidatura presidencial de Lenín Moreno, promovida por Rafael Correa y su partido Alianza País, electores, medios de comunicación y analistas coincidieron en una percepción: Moreno había sido designado para continuar con las prácticas del “correísmo”. Esta apreciación tenía, además, un poderoso fundamento: Moreno había sido vicepresidente del gabinete de Rafael Correa de 2007 a 2013. Moreno vendría a ser la continuidad de la “revolución ciudadana”.

Opacada por el histrionismo de Correa, la historia de Lenín Moreno es digna de una película. Nació en Nuevo Rocafuerte, población fronteriza y de unos mil habitantes, ubicada en el lado este del río Napo, en la frontera con Perú. Hizo estudios de Administración, fue profesor de educación secundaria y pequeño empresario del sector turismo. Fue director ejecutivo de la Federación Nacional de Cámaras de Turismo de Ecuador. Entre los años 2001 y 2004 fue director nacional de Discapacidades, ente adscrito al Ministerio de Salud.

La tarde del 3 de enero de 1998, la vida de Moreno dio un vuelco. De regreso a su casa, dos atracadores le interceptan y, a pesar de que no se resiste, uno de los delincuentes le dispara a quemarropa. Moreno salvó su vida, pero no la movilidad de las piernas. En su esfuerzo por reinventarse, se convirtió en motivador profesional. La tesis principal de varios de los exitosos libros que escribió (Teoría y práctica del humorSer amables es fácil, divertido y productivoLos mejores chistes del mundoRíase, no sea enfermo y otros) es que el humor es una herramienta de uso múltiple, para afrontar obstáculos de todo orden. Viajó, dictó conferencias y talleres, participó en foros, concedió entrevistas en decenas de medios de comunicación. Pronto se hizo muy popular en su país, también por sus iniciativas a favor de las personas con alguna discapacidad.

Así estaban las cosas cuando Correa lo llamó a incorporarse a su fórmula en calidad de vicepresidente. Moreno aceptó y ejerció la Vicepresidencia entre enero de 2007 y mayo de 2013. Siempre resultó llamativa la diferencia entre el tono agresivo de Correa y el conciliador de Moreno. Cuando fue invitado a participar como candidato para la reelección, Moreno abandonó el gobierno. Seis meses después, en diciembre de 2013, fue designado enviado especial sobre Discapacidad y Accesibilidad de la ONU, lo que le obligó a mudarse a Ginebra, donde permaneció hasta octubre de 2016, cuando regresó a su país y se anunció su candidatura.

De forma firme y paulatina, Moreno marcó distancia con su predecesor. Sacó del gabinete a los más afectos a Correa. Tomó el control del partido Alianza País. Giró por completo la política exterior de su país. Cuando llegó el momento no titubeó para sumarse a las denuncias de corrupción contra Correa. Su ruptura con el gobierno de Nicolás Maduro –y reconocimiento de Juan Guaidó–, la firma con el Fondo Monetario Internacional de un préstamo por 4.200 millones de dólares y, más recientemente, la cancelación del asilo político que Julian Assange disfrutaba en la Embajada de Ecuador en Londres, hacen patentes, no meras diferencias imputables a la rivalidad política, sino a concepciones, en cierta medida opuestas, de la gestión de gobierno.

Moreno convocó un referéndum que tuvo ocasión en febrero de 2018. Las siete preguntas, reveladoras de un modo de concebir el Estado y el ejercicio de la función pública, aludían a cuestiones como lucha contra la corrupción, anulación de la reelección indefinida, lucha contra la pederastia, restricciones a la minería, anulación de la Ley de Plusvalía, reducción de las operaciones petroleras en el Parque Natural del Yasuní y derogación del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. De acuerdo con los analistas, el voto favorable de los electores sentó las bases de legitimidad política y operativa que permitirían a Lenín Moreno gobernar en condiciones de estabilidad, a pesar de la oposición de Correa y sus seguidores.

La producción petrolera de Ecuador sufrió una baja de 3% en 2018 con respecto al año precedente, un promedio de 517.000 barriles diarios, es decir, 14.000 barriles menos por día. El gobierno, de acuerdo con una declaración de Carlos Pérez García, ministro de Hidrocarburos, tiene un programa para elevar la producción a 700.00 barriles diarios antes de que esta administración finalice su período en 2021. Este incremento permitiría afrontar parte del déficit heredado de la administración Correa: deudas y pasivos por casi 50.000 millones de dólares.

Las medidas de ajuste o consolidación fiscal han producido una ralentización de la economía. En 2018 el crecimiento fue de alrededor de 1,1%, producto de la contracción del gasto público, la mencionada baja en la producción petrolera y la disminución de las exportaciones no petroleras. Como se sabe, Ecuador es el primer exportador de banano a escala mundial, así como un importante competidor en otros productos, como cacao, flores y varias especies del mar, especialmente camarones. Otra importante fuente de ingresos es el turismo, que dio un salto notable en 2018 con un crecimiento de más 50% en el número de visitantes, que ya sobrepasan los 1,3 millones. Hay que advertir que estas estadísticas son objeto de debate, puesto que hay quienes presumen que están distorsionadas por el alto número de migrantes venezolanos que han ingresado al país como turistas.

Según la previsión actual, Ecuador debería crecer a una tasa aproximada de 2% durante los próximos años, con una inflación de alrededor de 1%. Es un crecimiento bajo. Se trata del principal desafío, tanto del gobierno de Lenín Moreno como de los sectores productivos. Aunque el objetivo de sanear la economía es más que razonable, el costo, especialmente para los jóvenes, puede ser problemático: el desempleo en Ecuador, que oscila entre 4% y 5%, se triplica entre las edades de 18 a 25 años y alcanza un promedio de 14%.

Sin abandonar el propósito de aliviar la deuda, la dirigencia ecuatoriana tiene el desafío de aumentar la producción de todos los rubros, estimular la inversión privada, persistir en el ajuste de las dimensiones del aparato estatal y reducir el costo que los subsidios, especialmente los otorgados al consumo interno de combustibles, tienen en los presupuestos de la nación. Si se logran estos objetivos, en medio de un Estado más eficiente y menos amenazado por la corrupción, es muy probable que Ecuador eleve la calidad de vida de sus ciudadanos, no de forma brusca y dependiente del precio del petróleo, sino de forma sostenida, basada en los paradigmas de diversificación de la economía, alta productividad y respeto a la naturaleza que tan generosa ha sido con ese hermoso país suramericano.


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