Resulta ya un ritornello, y no precisamente musical, el nuevo diálogo anunciado por el gobierno, aderezado con abundante cizaña; y  devaluado como sus interlocutores gobierneros y nuestro signo monetario. Y dale con el diálogo. Llama la atención su recurrencia casi cíclica. Pero sorprende aún más, no sin estupor, que algunos incautos se animen y se presten para esa farsa estrictamente dilatoria. Les debe quedar claro a esos crédulos que el régimen simula asumirlo, pero sólo para capitalizarlo en su beneficio, como ya lo ha hecho. No tienen la actitud para el dialogo. La historia se repite. Las pruebas están a la vista. Mis queridos lectores, aquí no habrá diálogo porque eso, precisamente, es lo que no quiere el gobierno, aunque lo predique, lo exija y lo propugne de la boca para afuera. Así el presidente vaya a lloriquear a la Asamblea Nacional Constituyente y lo plantee en organismos multilaterales, sean éstos regionales o no. El diálogo para el gobierno no nace de una convicción política seria, sino de un estado de necesidad, justo cuando tiene el agua al cuello.  Tanto es así que las personas designadas por parte del gobierno para el diálogo son las mismas. Ahí están como el arroz blanco los  Rodríguez como genuina garantía de que eso no va a parar en nada. Ellos son la mácula, la impronta del diálogo. Son precisamente los que no debieran participar. Con muy mal pie empieza el gobierno su fingido escarceo para dialogar. Más de lo mismo.  La ecuación es sencilla de despejar. Veamos: Si llegase a materializarse el diálogo, con las condiciones mínimas para ello, nos encontraríamos en la misma encrucijada del frustrado diálogo pasado. Que hasta el Vaticano salió con las tablas en la cabeza. El gobierno después de montar su teatro y de seguir ganándole tiempo al tiempo no va cumplir nada. Por allí afirmó el expresidente (Leonel Fernández) que el “diálogo está en fase exploratoria”. ¡Qué agudo!…Siempre ha estado en esa fase. Nunca se concreta ni se cumple nada. Reuniones, viajes, viáticos, promesas y fantasías caribeñas. Señores mediadores, de aquí y de allá, deseos no preñan. Es loable el interés de algunos gobiernos del mundo en auspiciar un diálogo en Venezuela. Se agradece. El detalle está en que el régimen no es de fiar, como pasa con todo bicho malo, y por añadidura delincuente. Todos estos zarandajos que aparecen llevando la voz cantante del régimen no son quienes debieran cumplir tan trascendente tarea. Y como si fuera poco todo lo anterior, se aprecia el empeño del presidente Nicolás Maduro en golpear a la oposición a diestra y siniestra. De ridiculizarla. Entonces, cómo es eso. Quiere diálogo y mal pone a sus adversarios –enemigos – para usted.  Todos los diálogos han sido fallidos, y este no será la excepción. Ahora hay otro elemento perturbador, y es la ilegitima constituyente, a la cual el presidente, irresponsablemente, ¡cuándo no!, la ha convertido en un órgano ejecutivo de gobierno, y la utiliza también como arma para intimidar y someter al único poder público con autonomía. Y hasta osan pedir cohabitación con la Asamblea Nacional.  Presidente, técnicamente no hay tal dialogo. Deje el desespero y no le mienta al país. Por qué la manipulación. Si están tan sobrados como dicen, cual es el show.  Presidente, no haga de un tema tan serio como es un diálogo en la circunstancias dramáticas que vive el país, algo para usted crear falsas expectativas, y sacarle provecho personal. Es una torpeza de su parte. Una más. Hasta este momento no hay diálogo, sólo conversaciones previas para iniciar el diálogo. Como debe ser, y como está previsto metodológicamente. Y que ojalá usted y su banda cumplan, si algo se acordara. Por cierto que muchísimas razones hay para dudar. De eso se trata. Usted está torpedeando con intención malsana algo que no ha empezado. Es más, ni certeza hay de que se concrete el tan cacareado diálogo. Por lo menos si consideramos la manera como usted se comporta. Recuerde, no maneja un autobús. Presidente, no se comporte como si fuera el jefe de los malvados colectivos creados y estimulados por el golpista Hugo Chávez. Señor presidente, es “cuestión de integridad”, como decía nuestro admirado y recordado Renny Ottolina. Y ustedes no la tienen.


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