El poder se realiza en víctimas a las cuales finge salvar con caridades: empleos públicos, bolsas de comida, bonos, misiones. Una relación muy antigua, con amplia bibliografía y ejercicio, que genera una mutua dependencia. En el fondo, tanto los poderosos como los siervos resultan negados en su dignidad e invalidados para la conciencia y la creación. Una relación de poder y servidumbre que para nuestro caso, y desde hace décadas, se cultivó como petrofilia, también pobremente llamada rentismo.

3 millones de empleados públicos –con respeto a los valientes disidentes– y otros beneficiarios carnetizados y vigilados para evidenciar la relación de dominio y terror se puede decir que forman el núcleo duro de los seguidores y votantes del gobierno: los 4 millones de las elecciones regionales y seguramente los que también –en realidad– lo hicieron para la asamblea constituyente. Siervos, que, como bien se sabe, resultan fieros cuando son desengañados.

De aquí que la mayor tarea de recuperación sea la de los aprendizajes y la educación, del ejercicio, tanto como se pueda, del residuo de dignidad que queda en la mayor parte de la población. Aprendizajes que se lograrán en el ejercicio social de la organización, la producción, el trabajo, la creación y, particularmente, en la educación formal transformando las aulas en ambientes de aprendizaje donde se profundice la democracia, interactivos, constructivos, vinculados a problemas pertinentes y al ejercicio formativo de valores y competencias.

Luego de la resaca actual, vendrán otros eventos. Otras elecciones fraudulentas y las emergencias dolorosas de la mengua y el hambre y la angustia derivada del propio derrumbe del país.

Habrá que participar, incluso, en el ejercicio de la pedagogía del error que nos dice que de ellos se adquiere saber. Habrá que superar la emergencia de los egoísmos de sobrevivientes y el aderezo de las mutuas acusaciones. Y posiblemente surgirán nuevos liderazgos o se sabrán superar algunos de los ya existentes.

Estar claros en la vocación de poder dictatorial del gobierno, que lo llevará a todo tipo de acciones en un curso confuso de violencia y fachada de legalidad.

Compensa saber que la discusión es continua, que son muchos los grupos que por vía virtual, en redes y correos, o presencialmente y en escritos se realizan y se trata de profundizar en la comprensión de lo que somos y en las maneras y vías de salir adelante. Tal podría ser el curso que podría transformar la crisis en un gran salto.

En el fondo, el poder y sus actores saben de su transitoriedad, de su inevitable salida, y no pueden evitar las cuentas y deudas que acumulan, y el mundo cada vez más angosto para el disfrute de lo mal habido.

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