Henri Falcón
Foto Archivo

Yo voté por Henri Falcón. Hice campaña por él. No me arrepiento. Creo haber hecho lo correcto.

Voté por Falcón entre otras razones porque hizo suya la promesa de liberar a todos los presos políticos. Entre ellos a Leopoldo López, Daniel Ceballos y Lorent Saleh. Voté por él porque el sector privado iba a retomar la importancia que tenía antes de llegar Hugo Chávez al poder en 1999. Porque iba a revertir el proceso de estatización de una buena parte del sector productivo nacional y devolvérselo al sector privado, de donde nunca ha debido salir. Una de esas propuestas era en la reprivatización de Agroisleña.

Su deslinde con Chávez se inició justamente cuando Falcón se negó a expropiar los galpones de empresas Polar en Barquisimeto. Voté por Falcón porque con su elección se iba a iniciar la despartidización de la Fuerza Armada Nacional. Se iba a acabar la jerga esa de “Chávez vive, la lucha sigue. Independencia y patria socialista, viviremos y venceremos”.

Voté para que con la elección de Falcón se legalizaran todos los partidos políticos ilegalizados y se hubiesen aprobado, entre otros, Vente Venezuela de María Corina Machado y Soluciones de Claudio Fermín y Rafael Marín, a los cuales por razones políticas se les ha negado su inscripción.

Voté por Falcón para que con su triunfo retornaran al país Ledezma, Borges, López Gil, Miguel Henrique Otero, Carlos Vecchio, Smolansky, Ramón Muchacho y todos los perseguidos políticos del régimen. Voté por él para que retornara la confianza en el país y con ello el regreso de los millones de talentos que se han ido y que iban a ser (y lo serán en el futuro)  fundamentales para la reconstrucción de Venezuela.

Pero el pueblo habló y lamentablemente no lo eligió. Con una abstención mucho mayor a la reflejada en los boletines del Consejo Nacional Electoral, el pueblo reeligió a Nicolás Maduro como presidente constitucional para el período 2019-2025.

Para poder triunfar Falcón tenía que superar dos grandes obstáculos: el primero, el que se derivaba de los atropellos del régimen. Atropellos inherentes a la propia campaña electoral, como la inequidad en la utilización de los medios de comunicación del Estado para poder proyectar y difundir su programa de gobierno, y atropellos el día de la elección, para que el voto del venezolano fuese verdaderamente libre. Que no mediara entre la voluntad de votar y el voto en sí mismo ningún elemento extraño como la coacción o la compra del mismo.

El segundo obstáculo que debía vencer era precisamente la apatía de la gente frente al proceso electoral. Había que convencer a un vasto sector de la población que estaba (y hoy lo sigue estando) descontenta con el régimen para que acudiese. Ello era indispensable para que la ventaja nuestra fuera de tal naturaleza que resultara imposible perder, aun con el ventajismo oficial.

Ninguno de los dos fue logrado. El régimen, durante la campaña, usó y abusó del sistema nacional de medios públicos; y el día de la elección, a pesar de haber firmado un acuerdo previo de eliminar los puntos rojos y el voto asistido, no cumplió con el acuerdo. Por el contrario, no solo no los eliminaron, sino que lo convirtieron en una especie de alcabala para coaccionar el voto.

Y el objetivo de conquistar la voluntad de los abstencionistas tampoco lo logramos. La decisión de muchos venezolanos de no votar, es bueno recordarlo, comenzó el año pasado cuando la constituyente aprobó la celebración de las elecciones regionales para octubre. Muchos venezolanos, quienes percibían que esa convocatoria había sido hecha por un cuerpo electo al margen de la Constitución, se abstuvieron de votar justamente porque consideraban que votando se legitimaba la constituyente espuria. La abstención se acentuó cuando después de las elecciones regionales de octubre la misma constituyente convocó las elecciones municipales para diciembre. Allí la abstención aumentó y el partido oficial se llevó la abrumadora mayoría de las alcaldías del país. De manera tal que a Falcón le tocaba batallar para la elección presidencial con esos dos frentes.

El porcentaje de abstención en la elección presidencial del 20 de mayo es el mayor que se ha registrado para cualquier elección presidencial a través del voto popular. Es decir, nunca antes se había producido tanta ausencia de los electores en las urnas. Sobran los testimonios recogidos en las redes sociales y miles los registros fotográficos que mostraban una ausencia total de electores alrededor de los centros de votación. Ello demuestra que ya la mayoría de venezolanos ha perdido su confianza no solo en las autoridades electorales sino en el sistema electoral mismo. El cambio que el pueblo quiere que se dé, cree que no lo va a lograr a través del voto; por eso no acudió a votar.

Ni Falcón ni los que hicimos campaña por él pudimos convencer a los venezolanos abstencionistas para que revirtieran su decisión de no votar, la cual, como dijimos, ya la habían tomado desde hace mucho tiempo.

La responsabilidad de nuestra derrota no es de los abstencionistas. La responsabilidad recae en el propio Falcón, en su comando y en los que hicimos campaña por él; es decir, es totalmente nuestra. Adjudicarle a los que no votaron la derrota constituye una agresión inaceptable que debe ser rechazada por todos.

Ya vendrán tiempos mejores en los cuales, con un nuevo Consejo Nacional Electoral y con un rebarajeo del liderazgo opositor, se recupere la confianza en el voto como herramienta del cambio que Venezuela tanto necesita.


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