“Siempre conservaré en mi memoria la gratitud

que debo al gobierno de la Unión, y jamás olvidaré

que los granadinos me abrieron el camino de la gloria”

Simón Bolívar

En Cúcuta nació el congreso unificador de Bolívar, en el que se definieron los principios para las instituciones políticas, económicas y sociales heredadas de los 300 años de vida colonial. El 30 de agosto de 1821, en el municipio de Villa del Rosario, hoy área metropolitana de Cúcuta, se llevó a cabo el Congreso de Cúcuta, precedido por Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y Antonio Nariño, quienes en su encuentro unificaron a Venezuela, Colombia y Ecuador en una sola nación que se denominó República de Colombia.

Fue en Cúcuta, el 3 de octubre de 1821, cuando Simón Bolívar entró a las 11:00 de la mañana al salón de sesiones ubicado en la sacristía de la iglesia parroquial de Villa del Rosario (nombre antiguo de la ciudad), acompañado por una comisión de diputados y su estado mayor general, para tomar juramento como presidente de la naciente república de la Gran Colombia, conformada por Venezuela y Cundinamarca, nombre asignado a la Nueva Granada. Tras su discurso y la posesión de Francisco de Paula Santander como vicepresidente, se leyó el texto que le dio vida política a la República de Colombia la Grande, como la denominó el Libertador.

Un encendido discurso pronunció Bolívar en tan memorable acontecimiento histórico, del cual podemos extraer sabias lecciones, las mismas que el  socialismo del siglo XXI y mal llamado bolivariano poco o nada ha asimilado; por el contrario, contradice el espíritu de todo cuanto nos legó el padre de la patria. Transcribo parte del mismo: “El juramento que acabo de prestar en calidad de presidente de Colombia es para mí un pacto de conciencia que multiplica mis deberes de sumisión a la ley y a la patria. Solo un profundo respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de la suprema magistratura. La gratitud que debo a los representantes del pueblo, me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios por defender, con mis bienes, con mi sangre y aun con mi honor, esta constitución que encierra los derechos de los pueblos humanos, ligados por la libertad, por el bien y por la gloria. La constitución de Colombia será junto con la independencia la otra santa, en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia, después de hacerlos libres”.

Quién podía imaginar que 194 años después (2015) esa misma ciudad de Cúcuta, capital de Norte de Santander, viviera una de sus páginas más dolorosas y tristes en pleno siglo XXI, cuando cientos de súbditos de la hermana república de Colombia que habitaban en territorio venezolano fueron abruptamente expulsados por el régimen socialista-comunista, por instrucciones de quien lo preside, Nicolás Maduro Moros, cuya nacionalidad muchos aducen es colombiana por haber nacido en Cúcuta, duda que por cierto persiste porque no se conoce su  original partida de nacimiento.

Maduro no tuvo conmiseración, sensibilidad ni sentido humanitario para aventar cual miserables ciudadanos a familias enteras, hombres, mujeres y niños, que tuvieron que recorrer una angosta y polvorienta trocha en el sector conocido como La Playa, a orillas del río Táchira, afluente que divide a Colombia y Venezuela, cargando sobre sus hombros las pocas pertenencias que lograron rescatar de sus casas invadidas por tropas de la Guardia Nacional, que con fusil en mano los obligaron a salir de ellas.

La inesperada partida del país que por años los había acogido sin problemas de ninguna naturaleza, de pronto se convirtió en una terrible pesadilla y en pocas horas de nuevo pisaban territorio colombiano, por lo que el gobierno del Departamento Norte de Santander habilitó instalaciones deportivas y centros en la ciudad de Cúcuta para acoger a 608 personas, entre adultos y menores de edad, de las 1.071 que fueron expulsadas por el régimen venezolano, tras violento operativo que desplegó la Guardia Nacional en varios lugares del municipio de San Antonio del Táchira, además de las redadas en calles de la población de Ureña. Esta triste y dolorosa situación generó una crisis humanitaria en la ciudad de Cúcuta, cuyas autoridades se vieron obligadas a declarar el estado de calamidad pública.

Venezuela es el país más endeudado en estos últimos años, con la inflación más alta del mundo, en el que la pobreza supera 82%; la contracción de la economía es cercana a 40%;amén de la inseguridad, la muerte de pacientes en los hospitales y la escasez crónica de divisas, medicinas y alimentos, que ha obligado a miles de personas a emigrar en busca de una mejor vida a otras latitudes, particularmente a Colombia por su vecindad y concretamente a  Cúcuta por estar próxima a la frontera, la misma ciudad que hace apenas dos años fue escenario de la tragedia que antes referimos. A ello se suma la impronta y descarada manifestación dictatorial de Maduro, así como la desvergonzada corrupción al más alto nivel, el narcotráfico, la inseguridad y la constante violación de los derechos humanos.

La dignidad, gentilicio, sentido humanitario, caridad y solidaridad de los habitantes y autoridades de Cúcuta se ha puesto de manifiesto en estas horas de dolor para con las familias venezolanas que casi sin maletas y jóvenes sin dinero, con solo la ropa puesta, abandonaron la patria en medio de la aflicción de dejar a sus seres queridos en busca de nuevos horizontes. Muchos han tenido que pernoctar en plazas y parques mientras buscan la manera de procurarse de medios económicos para su sustento diario, que no es fácil, por lo que la Diócesis de Cúcuta conocida como Casa de Paso Divina Providencia se ha convertido  en un centro de referencia desde hace aproximadamente dos meses para los venezolanos, pues allí reciben almuerzos, en tanto que  el municipio de la ciudad y el gobierno del Departamento de Norte de Santander, así como comunidades parroquiales y universidades, aportan alimentos,  medicinas y asistencia médica a mujeres embarazadas.

El gobierno de Colombia a través de la Secretaría de Integración Social, la Secretaría de Gobierno y la Defensoría del Pueblo realiza actualmente un censo para determinar el registro del número de venezolanos que en estas horas de dolor llegan al hermano país y reciben las atenciones humanitarias que en estas circunstancias requieren. Una actitud altruista que nos obliga a expresarle al pueblo y gobierno colombiano nuestro más profundo agradecimiento y gratitud, que eternamente les será reconocida. Hermoso y bondadoso gesto que las páginas de la historia plasmarán para siempre. ¡Honor a quien honor merece!

[email protected]

@_toquedediana


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!