En la medida que trascurren los días, el tiempo de respuesta se va a acabando y con ello se acelera el derrumbe del madurismo, el cual solo tiene dos opciones, una que bien pudiera ser menos traumática y con la posibilidad de seguir en la lucha política, y otra que terminaría por barrer cualquier vestigio no solo de su cúpula, sino de quienes alguna vez creyeron en que Nicolás Maduro era un ser con “buenas intenciones” y que nunca ha tenido responsabilidades en la inmensa crisis que atraviesa Venezuela.

En efecto, la primera de esas opciones que sería la más sensata, establecería una negociación inmediata con la mayoría del país, y fijar unas elecciones en el menor tiempo posible, conforme lo propuso el ex presidente de Uruguay, Pepe Mujica, las cuales no solo evitarían mayor sufrimiento a la población, sino que abrirían espacios para que parte del madurismo pudiera continuar manteniendo parte del poder político, aunque obviamente sin la presencia de Nicolás Maduro y la mayoría de la cúpula que todavía le acompaña, quienes en todo caso, todavía están a tiempo de irse al exilio y establecerse en cualquier país en donde las condiciones posrégimen les sean favorables.

La segunda de las alternativas estaría relacionada con que se aferrara a mantenerse en el poder, y generar una confrontación tanto interna como externa, tal y como ha ocurrido en otras oportunidades, incluyendo los hechos del 23 de febrero, solo que en esta ocasión las bajas no solo serían del lado de la oposición, sino con mayor relevancia del lado de los maduristas que sigan insistiendo en seguir usurpando el poder, y, peor, los heridos y muertos estarían en su mayoría en un grupo de militares –muchos de ellos que rechazan el régimen– que apenas tienen salarios de 5 dólares mensuales con pésima alimentación y sin ningún tipo de cobertura social, porque los que realmente integran la lista de apoyo al madurismo son los llamados colectivos armados constituidos por grupos criminales y asesinos, algunos de ellos cumpliendo penas en las cárceles del país, y, por supuesto, la disidencia de la guerrilla colombiana que se encuentra del lado venezolano. Por supuesto que tampoco podemos ignorar que en un escenario semejante las bajas civiles e inocentes y de venezolanos ajenos al conflicto serían incalculables.

El madurismo nada tiene que ofrecer al país. La hiperinflación sigue su marcha indetenible. La devaluación de la moneda nacional ahora es impulsada por la tasa oficial. La escasez de alimentos y medicinas se multiplica. La quiebra de la industria petrolera es de tal gravedad que en estas condiciones de crisis política y económica no hay camino posible para recuperar las inversiones, y menos de importar los materiales básicos que se necesitan para la producción de crudo. La emigración, según la Organización de Naciones Unidas, va rumbo a los 4 millones de venezolanos. La destrucción de los servicios básicos es permanente cuando vemos que los pueblos y ciudades se quedan sin agua y sin luz a diario. Verbigracia, los venezolanos estamos viviendo una completa situación de guerra y supervivencia, la cual bastaría imaginarse hasta dónde podría llegar en caso de un conflicto armado.

Ante esa posibilidad, solo la Fuerza Armada tiene la palabra. Ya no valen medias tintas. Este régimen está caído. No tiene posibilidad de seguir en el poder, y menos sin tener campo de acción económico y político en el contexto internacional. En consecuencia, los próximos días dependerán de la sindéresis con la cual chinos y rusos les hablen a quienes usurpan Miraflores –porque quienes ocupan ese espacio la perdieron– y la decisión que los militares en su conjunto anuncien por el bienestar de Venezuela, máxime cuando ellos conocen la delicada situación que atraviesan en sus componentes, y la imposibilidad de salir airosos de una guerra que está perdida por todos los ámbitos de lucha posible, es decir: terrestre, marítima y aérea.

¿Cuánto más pueden resistir Maduro y su cúpula de usurpadores? La respuesta está en el ambiente y es predecible, solo esperamos que sea sin generar más derramamiento de sangre.


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