Las próximas elecciones presidenciales en Brasil están previstas para el día 7 de octubre (primer domingo) de 2018 con una eventual segunda vuelta para el último domingo (28) de ese mismo mes.

Pero podrían precipitarse. En estos días desde las manifestaciones callejeras hasta el Colegio de Abogados brasileño reclaman la salida del presidente Michel Temer. “Fuera Temer” y “elecciones directas ya” es el grito de la calle. En tanto el Supremo Tribunal Federal apura investigaciones sobre corrupción que involucran a Temer y a su vez el Supremo Tribunal Electoral se ocupa de resolver sobre eventuales delitos que cuestionarían la legitimidad y validez de las pasadas elecciones presidenciales de 2014 en que fueran elegidos Dilma Rousseff y el mencionado Temer como su compañero de fórmula.

Temer se resiste y afirma: “No renunciaré (…) si quieren, que me derriben” (¿?); en todo caso, que lo juzguen, que lo condenen (si corresponde) y lo quiten del cargo como pasó con Dilma. El actual presidente es investigado por varios “asuntos” desde antes, a lo que ahora se ha sumado una denuncia de soborno por parte del principal ejecutivo de la mayor empresa frigorífica del Brasil y del mundo, con grabaciones y todo.

La mayoría de los analistas aventuran un anticipo de las elecciones. Con el diario del lunes es más seguro acertar en las carreras.

En realidad, dados los hechos y la situación, debieran anticiparse. Lo cierto es que debiera haber habido elecciones ya hace un tiempo, como en su momento reclamaron Marina Silva que fuera candidata del Partido Socialista en 2014 y el ex presidente Fernando Henrique Cardozo, entre otros. En abril del año pasado –“Ocurrencias y algunas preguntas”– escribíamos: “…Resulta algo extraño que se haya optado por el camino del ‘impeachment’, con delitos que para muchos no son tan claros y con el riesgo de que los sustitutos sean peores, cuando sí se ha comprobado que hubo otros manejos y uso de dineros indebidos que, para decir lo menos, ‘enviciaron’ la elección. Son elementos de mucho mayor peso en función de los cuales el Supremo Tribunal Electoral podría anular por fraude la elección anterior –la de Dilma y Temer– y convocar a nuevas elecciones”.

Y en efecto, todo parece muy claro, pero las cosas y los hechos no solo obedecen a los pareceres de analistas y periodistas y a las declaraciones y reclamos de políticos, y menos en Brasil. En este país las Fuerzas Armadas siguen siendo el mayor factor de poder, en consulta con Itamaraty y atentas a las opiniones de la Federación Industrial de San Pablo (Fiesp).

El año pasado en medio de tanto caos, tanta investigación judicial, con tantos “casos” pendientes y en proceso y con una economía desquiciada, puede que unas elecciones generales no se entendieran lo más atinado. En esos momentos era preciso tomar muchas medidas impopulares y que mejor que fuera el impopular vicepresidente, asumido como titular, quien las tomara.

Eso fue lo que paso. Con Temer se han puesto en marcha varias medidas duras e impopulares y estas ya muestran sus resultados positivos y se reflejan en la economía. El problema es que con estas nuevas denuncias contra Temer, todo se puede desbarrancar.

De cualquiera manera, habrá que ver. Lo que no se quiere –y así lo han advertido públicamente los militares– es que una situación de caos pueda ambientar y favorecer el advenimiento de un “gobierno populista.

También hay muchos elementos para pensar que en los “centros de poder” citados, se “desea” una renovación de la clase política, la que parece facilitarse bastante por las actuaciones judiciales.

Unas elecciones ya complicaría. Esperar ayudaría a limpiar aún más el campo: junto con las denuncias contra Temer, también se han denunciado “entregas” a Lula –el autoproclamado de apuro candidato a la presidencia– y a Dilma. Solo hay que esperar para ver qué pasa o esperar que pase lo que “debe” de pasar. Aecio Neves, el senador y ex candidato que enfrentó a Dilma en las pasadas ya está fuera y se suma a algunos otros más. Como que la “renovación” está en marcha y solo necesitaría un poco más de tiempo; el terreno casi ya está limpio.

¿Elecciones anticipadas? Parecería que sí y parecería que no. Si lo de Temer se agravara –y está grave–, siempre cabe la opción constitucional de que el Congreso elija un presidente hasta el final del periodo.

Brasil tiene sus complejidades. No es fácil hacer pronósticos


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