A Jorge Machado, filósofo, luchador

Sócrates es acusado ante los tribunales atenienses de corromper a la juventud y de no creer en los dioses de la polis.  Su defensa, llevada por él mismo, constituye la famosa obra platónica conocida como la Apología de Sócrates.

El inicio de la Apología encierra todo lo que simboliza Sócrates: la ignorancia del filósofo. Alguien exclamará ¡Cómo! ¿Ignorante? Pues claro, es así. Sócrates se declaró como tal, cuando dijo: “Sólo sé que nada sé” y de esa manera, haciendo confesión de su ignorancia, comienza su discurso.

Dice:»¡Ciudadanos atenienses!, Ignoro qué impresión habrán despertado en vosotros las palabras de mis acusadores». Y, justamente por reconocer que nada se sabe, es que ama la sabiduría, la busca, hace de ella su norte, su meta.

¿Cómo se defiende? Aclara que todo lo alegado por sus acusadores es falso y, como siempre, él buscará la verdad. Con una maestría inigualable, les hace ver a sus jueces que tan culpables son ellos como él, puesto que muchos de ellos han asistido a sus lecciones en la plaza pública.Continúa recordando que un discípulo preguntó al Oráculo de Delfos quién era el hombre más sabio de Grecia. La respuesta fue irrebatible: ese hombre no es otro que Sócrates. Al conoceresta afirmación del Oráculo, Sócrates se sintió muy compungido, ya que,  justamente él sabía que nada sabía y su búsqueda incansable era para encontrar a quienes lo pudiesen iluminar.Encontró hombres que petulantemente se decían a sí mismos sabios, y así pudo comprender al Oráculo,  su sabiduría provenía precisamente de su ignorancia. Meleto, quien ha acusado a Sócrates de ateo, acorralado por las preguntas, termina diciendo que Sócrates cree en semidioses y espíritus. La reacción socrática es inigualable, pregunta a sus jueces si Meleto sabrá lo que son las contradicciones lógicas.

Y como se es ignorante, y se tiene conciencia de ello, quienes nos hemos dedicado a la filosofía somos preguntones, somos acuciosos, somos incómodos, desagradablemente incómodos en una sociedad hipócrita y cómplice. Si hace veinticuatro siglos decirle la verdad a los que se creían poseedores de la sabiduría, le trajo como consecuencia a Sócrates el odio y el castigo de beber la cicuta, hoy en el siglo XXI, en la otrora Tierra de Gracia, ser buscador de la verdad, tener como oficio enseñar a las generaciones más jóvenes que su ideal debe ser esa búsqueda incansable es ganarse el desprecio de los otros y una manera de agenciarse la condena de beber la cicuta contemporánea.

Recuerdo una vieja tira cómica que muchos posiblemente la conocen, Hägarthe Horrible rebautizado en español Olafo el Vikingo, está protagonizada por un Vikingo, Olafo y su leal compañero, un ser incauto llamado Chiripa. Olafo tiene dos labores primordiales: arremeter contra los castillos de Inglaterra y realizar muchos festines; de vez en cuando lo visita el recaudador de impuestos. En uno de sus episodios, Olafo le encomienda a Chiripa que le ordene al Vigía que avise cuando llegue el enemigo. Chiripa corre a cumplir su cometido y le dice al Vigía “Dice Olafo que avises cuando llegue el enemigo”. El Vigía, muy acucioso, responde: “¿Quién es el enemigo?” Chiripa vuelve veloz  adecirle a Olafo: “El Vigía pide que le aclares quién es el enemigo”. Olafo, evidentemente molesto, grita: “Ya pusieron de nuevo al Filósofo como Vigía”.

Preguntas incómodas, preguntas impertinentes que desquician, porque aquellos que se creen poseedores de la verdad no resisten que se les pregunte por las razones que le asisten para decir tal o cual cosa. Pero también, las respuestas suelen ser incómodas. Resumiéndolo, si la Filosofía no incomoda, no es Filosofía.

Me pregunto, ¿los jueces que van a juzgar a Jorge Machado, al igual que el jurado que juzgó a Sócrates, no están ya persuadidos por quienes lo acusan? Quien ejerce la función de Juez se supone que busca impartir Justicia, no ganar un caso. La Justicia posee cuatro pilares fundamentales: el respeto, la equidad (imparcialidad), la igualdad y la libertad.


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