La metáfora más próxima a la nobleza y al heroísmo que haya dado el ser humano con su profesión la demostró la banda de músicos del trasatlántico Titanic, quienes siguieron tocando hasta que las aguas se tragaron el barco, inspirados en un acto de valentía en medio del horror y el caos que debió reinar en cubierta, prefiriendo seguir la actuación con una selección de la música popular de la época, entre valses y marchas, que salvar el pellejo.

La mística en el trabajo que ha caracterizado durante un siglo a las sociedades más productivas del planeta ha sido demolida en Venezuela los últimos 20 años, por políticas y un discurso gubernamental que ha degradado la importancia de la identidad laboral con la empresa, sea pública o privada, por tan solo esperar de las cadenas presidenciales los aumentos salariales unilaterales y los bonos del carnet de la patria.

Hasta no hace mucho quienes eran los héroes del barrio, la urbanización, el liceo, la universidad, quienes portaban un carnet que los identificaba como trabajador de cualquier empresa del Estado, Pdvsa, empresas básicas de Guayana, Cantv, ministerios o de empresas privadas como la Polar, empresas automotrices, entre las que se destacaba Sidor, donde numerosos trabajadores recibían más por sus acciones que lo percibido por salarios. Y como estos podríamos citar cientos de ejemplos en los que la característica común era el orgullo de tener un trabajo digno, sin que importara si el propietario era el Estado o la empresa privada.

Hoy, como en aquella vieja canción, todo se derrumbó. Actualmente en Pdvsa los cargos de gerentes y supervisores están vacantes; ya nadie los quiere asumir por 2 razones fundamentales, la primera es el peligro de ejercer un cargo en una empresa en ruinas donde se ha desatado una cacería de brujas, cuyo desenlace es fabricar culpables que terminan en numerosos casos en la cárcel; en segundo lugar, quién desea ser gerente con salarios cercanos a los 5.000 bolívares soberanos.

La debacle en Pdvsa es total. En zonas como la refinería de Bajo Grande, en los campos de producción de Campo Boscán, se han retirado más de 500 trabajadores, y en general 1.500 en la región, y los gerentes han debido, ante la carencia de personal, encargarse personalmente de las operaciones de llenado de los camiones cisterna, debido a la presión de la demanda que genera las largas colas en las estaciones de servicio en el estado Zulia.

Este cuadro crítico es extensivo a las otras empresas del Estado. En Corpoelec se han retirado en los 2 últimos años más de 20.000 trabajadores; en Pdvsa La Campiña el personal supervisorio y gerencial, en protesta por los bajos salarios, chequean asistencia y se retiran a sus hogares; en las empresas básicas de Guayana, por diferentes causas, entre ellas el transporte, los niveles de ausentismo marcan hasta 50% semanal.

Esta dramática realidad indica la desmotivación general que existe en los trabajadores del sector público, acrecentada por las políticas económicas del gurú presidente obrero, quien ofrece mano de obra con condiciones ventajosas a los inversionistas chinos y rusos, con las tablas salariales que han eliminado la meritocracia, la antigüedad, en fin, el reconocimiento al esfuerzo humano reproducido en el trabajo.


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