Los altavoces reconocen la voz de su dueño y bajan el volumen gradualmente del equipo de sonido, mientras, de la nada se despliega el televisor 8K microLED a lo largo de la pared hasta alcanzar las 146 pulgadas efectivas, al tiempo que unas cortinas se abren a la orden de la misma voz humana, permitiendo que la cálida luz solar se filtre al interior del hogar iluminando sosegadamente a un grácil robot autónomo que ayuda en los quehaceres del hogar. Un aparato de aire acondicionado regula automáticamente la temperatura de manera independiente en cada una de las habitaciones de la casa de acuerdo con la hora y clima exterior. El dueño de tan sofisticados objetos verifica el estado de su salud en la pantalla de su teléfono personal, el cual recibe la información a través de una aplicación que le transmite un parche electrónico diminuto incrustado en la piel; una vez verificada la información, abre la puerta de su hogar con solo un ligero movimiento de su mano y cierra las puertas tras de sí con la misma maniobra. Se sube a su vehículo autónomo y, mientras se dirige rumbo a su oficina sorteando el tránsito con ayuda satelital, invierte en el mercado financiero con asistencia de su colaborador personal que habita las 24 horas los siete días de la semana en su reloj deportivo de pulsera.

Este relato bien parece sacado de una novela de ciencia ficción, sin embargo, dados los últimos avances tecnológicos que se han dado a conocer en presentaciones de tecnología alrededor del mundo en los últimos meses, como lo es el Consumer Electronics Show (CES) realizado en enero pasado en Las Vegas, dicha escena es ya en la actualidad ¡toda una realidad!, aunque bien es cierto que una realidad reservada para unos cuantos.

En la última década, la humanidad está experimentando avances asombrosos en las áreas de la ciencia y la tecnología. Hasta hace algunos años campos del conocimiento humano como la ingeniería genética, biotecnología, ciencias de la computación, nanomedicina, neurotecnologías, ingeniería informática o biomedicina, por citar algunos ejemplos, eran campos pocos explorados, o bien, sin desarrollo alguno; pero en la actualidad estas materias son pilares del desarrollo tecnológico, propiciando que surjan conceptos tales como “la cuarta revolución industrial”, que nos habla de la tendencia actual de automatización e intercambio de datos dentro de las tecnologías de manufactura, que incluye sistemas ciberfísicos, Internet de los objetos y la computación en la nube; además de un concepto cada día más habitual: la Web 3.0.

El ser humano busca incansablemente la felicidad, la salud, la comodidad física a través de objetos tecnológicos, con los que pretende transformar al mundo en un paraíso idílico, “en una especie de Disneylandia gigantesca en la que la raza humana hallará perpetua felicidad divirtiéndose con un inagotable surtido de juguetes tecnológicos muy ingeniosos”, dijera el filósofo y escritor británico Aldous Huxley.

Sin embargo, mientras las mentes más brillantes de nuestra generación se empeñan en hacer brillar frente a nosotros el mundo deslumbrante y fascinador de su inventiva, lanzando cohetes reutilizables diseñados para llevar grandes cargas al espacio, que podrán permitir usarse para turismo espacial, misiones lunares e incluso marcianas; hombres que han colocado máquinas exploradoras en la superficie de Marte para recabar datos; ingenieros que han enviado misiones espaciales no tripuladas más allá de Plutón; médicos que buscan alargar la vida humana mediante la genética y la biotecnología; multimillonarios que han impulsado el desarrollo de vehículos eléctricos y máquinas que funcionan a través de energías renovables; visionarios tecnológicos que inventan softwares, así como teléfonos inteligentes; males como la hambruna, epidemias, cambio climático, sobrepoblación, pobreza, analfabetismo, asesinatos y guerras siguen amenazando la existencia de la humanidad, que nos dejan en claro que no existen tecnologías que puedan acabar definitivamente con la espantosa realidad de las condiciones mundiales que nos aquejan.

Apreciado lector, ¿le parece a usted realmente buena y deseable una sociedad en la que sus integrantes viven y se desarrollan en un mundo como el que describo al inicio de este artículo? ¿Puede una pequeña fracción de la población mundial alcanzar alturas cada vez más vertiginosas de riqueza material, divertirse con objetos tecnológicos cada vez más sofisticados y hacer caso omiso de los terribles problemas del resto del mundo?

El avance tecnológico está en un franco desarrollo, que pareciera no tener límite; sin embargo, las dificultades y los males mundiales se han intensificado, estamos acarreando más y más males sobre nosotros, más sufrimiento y agonía sobre la gente, pensando que avances como la inteligencia artificial podrán terminar con las guerras, el analfabetismo, las epidemias, la hambruna. Si bien es cierto que el incremento del conocimiento no ha causado el aumento de los males, tampoco ha solucionado los problemas ni ha disminuido el mal en el mundo.

Así como el ser humano está siendo capaz de desarrollar robots autónomos mediante algoritmos que son la base de la inteligencia artificial, como Sophia, el robot desarrollado por Hanson Robotics capaz de sostener conversaciones con humanos y que posee 62 expresiones faciales; logrará poner fin a las guerras, la hambruna, así como alcanzar la verdadera felicidad, la abundancia y el bienestar universal.

Científicos, intelectuales y analistas políticos nos advierten que la única esperanza yace en lo que reconocen como un imposible: que las naciones formen un supergobierno mundial capaz de actuar de forma unida para solucionar estos problemas a nivel global antes de que sea demasiado tarde. Pero las naciones, siempre en rivalidad, jamás podrán formar semejante gobierno, y aunque lo lograran, los humanos que tuvieran a su cargo las riendas gubernamentales no estarían más capacitados que los dirigentes actuales para hacer frente a todas estas calamidades de índole no militar que amenazan con extinguir a la familia humana.

¿Cuál será la solución? El avance tecnológico seguirá creciendo a un ritmo inconmensurable, al tiempo que los gobiernos dan palos de ciego asegurando que tienen las soluciones.

Tiempo al tiempo.


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