Las diferencias entre una cada vez más reducida cúpula de civiles y militares que sostienen el narco-corrupto régimen de Nicolás y su pandilla, y otra que sabe que ha llegado la hora de hacer maletas para retirarse del que hacer público, mediante algún tipo de negociación, deslindándose del crimen organizado, se hacen más evidentes. Algunos se preguntan si están todavía a tiempo de retirarse y rehacer sus vidas en la propia Venezuela. Otros se preguntan adónde escapar del infierno miserable en que han convertido sus carreras, al hacerse cómplices de la destrucción del país.

El último cartucho de fingimiento institucional que la dictadura cargaba a su vil arma de continúa simulación de ser un gobierno de base democrática, o incluso de tener principios de naturaleza ideológico-marxista se quemó en sus manos. Son terminantemente mayoritarias, y cada vez más significativas, las respuestas que desde la desaprobación hasta el repudio, emiten autoridades del Estado venezolano, y del mundo, hacia su pretendida constituyente: la Fiscalía General de la República en la persona de la Dra. Luisa Ortega Diaz, magistrados del TSJ, Iglesia Católica, la OEA y para usted de contar.

Cierto es también que algunos actores involucrados en el juego político, procurándose el mutuo desgaste, se presentaban como fórmulas para no entrar en una guerra fratricida, hasta llegar a algún tipo de alternativa política para una “futura transición suave”. Esto se abortó por el hambre y el coraje de un pueblo. El referéndum revocatorio, la constituyente, la renuncia y/o elecciones anticipadas fueron alternativas posibles saboteadas por el régimen. Ahora puede más el hambre y la sed de justicia del pueblo, de cara a decepciones que el proceder del régimen sembró en el ánimo de la gente.

Todavía algunos continúan escribiendo sobre la necesidad de buscar una salida negociada al conflicto. En particular quiero precisar sobre un articulista que en este mismo diario El Nacional, y al cual aprecio por su inteligencia y sagacidad política, lo planteó. Hoy, sin embargo, dicho articulista no parece atinar en lo que por acción y condición del oponente se hace impracticable y en esta determinada circunstancia del conflicto. Al menos hasta determinadas lamentables consecuencias previsibles, y otras impredecibles. Esto es precisamente lo que ha sumergido a Venezuela en una más larga crisis de lo pensado inicialmente. La caracterización de este régimen criminal con ramificaciones y complicidad internacional por oro negro, oro amarillo y coca.

Lo anterior es lo que con sumo dolor y sacrificio han entendido muchos más que 300 jóvenes venezolanos. Son más que miles, decenas de miles los jóvenes que lo arriesgan hoy todo por la libertad, en las calles de Venezuela, en cualquier ciudad, o población de la patria. Y ellos no están ni estarán solos. No es un David contra el Goliat de 100.000 hombres fuertemente armados, como se parece todavía apreciar en la preocupación de buscar una salida ante la sangre ya derramada y la que se quiere evitar. ¡Esa sangre no simplemente se seca, se olvida y se desaparece! Ha habido fatales consecuencias. ¡Y aún mucho más las habrá! A menos que una inesperada decisión de aceptar la voluntad popular se produzca, y la dictadura se retire. Desprovisto de una inteligencia como la del otrora dictador Marcos Pérez Jiménez, por ejemplo, el Nicolás sigue un libreto que acepta incluso que se lo escribieron, pero sin la estatura para abandonarlo, y superar por sí mismo el trance para sobrevivir. Quizás algunos de los oficiales que todavía le son leales como el mayor general Alexis López Ramirez, del Consejo de Defensa de la Nación, podrían salvarle de sí mismo y evitarle a la nación mayores costos en vidas irreparables. Quizás su vicecanciller Alexander Yanes podría apoyarlo a conjurar la hora fatal con soporte de la comunidad internacional, lográndose una salida institucional de última hora, con salvoconducto garantizado por esta. Esto, por supuesto, reconociendo lo que es un derecho inalienable del pueblo democrático a que respete su soberanía, y poniendo en manos de la Asamblea Nacional el reordenamiento de los poderes públicos para la realización de elecciones generales este mismo año.


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