Se ha dicho que para evitar repetir la historia, primero hay que conocerla.

Los judíos lo entendieron después de siglos de persecución y destierros, nunca más se olvidará el holocausto ni quedarán impunes los criminales que masacraron por órdenes basadas en ideologías o dogmas de fanatismo político o religioso. “Nunca más” fue el lema escogido y aún se utiliza en las manifestaciones que hoy surgen por todo el mundo exigiendo la desaparición de tiranos y sátrapas capaces de llevar a cabo estas atrocidades.

Afortunadamente Venezuela cuenta con personas comprometidas en relatar la inhumana política de exterminación que ha puesto en práctica el gobierno venezolano bajo la tutela socialista de la revolución bolivariana. Una de estas personas es Carleth Morales Senges, periodista, que agrupa y preside a la Asociación de Periodistas Venezolanos en España. Venezuelan Press.

Carleth ha recogido en el libro 26 crímenes y una crónica la historia de horribles asesinatos que el gobierno venezolano cometió al reprimir con saña y alevosía, demostrando como fue una política de Estado y no un desmán individual al dar la orden de disparar a matar y utilizar elementos mortales, como metras y bombas lacrimógenas, direccionadas a los pechos de los valientes jóvenes que exigían los derechos despojados por los gerifaltes rojos.

Es una crónica de la contundencia y profundidad capaz de transformar al más indiferente de los lectores en un exigente cruzado por la justicia, esa que se ha ausentado de nuestra patria pero que muchos vemos comenzando a surgir en las remotas tierras de los Países Bajos, allá en La Haya, en ese tribunal internacional que el mundo civilizado ha constituido para que quien cometa un crimen de lesa humanidad no pueda vivir sin pagar por ello; esa promesa para que nunca más vuelva a suceder el genocidio ante la indiferencia del mundo.

Son relatos de vidas injustamente truncadas, son relatos que complementarán los expedientes elaborados por incansables luchadores por nuestros derechos, por la justicia, por la democracia y que van año tras año solicitando a la inexplicablemente lenta burocracia de la Corte Penal Internacional la intervención en un país que se ha negado a sucumbir bajo el régimen del terror que siembran al asesinar impunemente a quienes protestan por el maltrato a la población o encarcelando sin justificación ni juicio a quienes perturban la comodidad de los sátrapas traidores a la democracia.

Combatir por la democracia es y debe seguir siendo la primera obligación de todo ciudadano decente y digno, como claramente lo expone la autora en su libro: “Documentar el origen y devenir de los hechos, su crónica y memoria, contribuirá a la indefectible tarea de recuperar la democracia. Testimoniar sobre quienes se dejaron la vida en el proceso es ampararnos de la indolencia y ampararlos del olvido, es dejar constancia que la resistencia sigue viva. Se lo debemos. Nos lo debemos”.


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