I.

Si García Márquez hubiese sabido de cuestiones electorales, hubiese escrito que lo ocurrido con los recientes comicios pudiera ser retratado como la “Crónica de un domingo anunciado”. Y seguramente habría tenido razón: pasó lo que tenía que pasar, lo que fue anticipado que pasaría. Fue así porque sus causas se gestaron mucho antes.  Lo ocurrido no fue, así  pues, sino la consecuencia de un proceso ilegal y apresurado, convocado a destiempo, diseñado con el propósito de auspiciar la candidatura del presidente Maduro, todo lo cual fue debidamente registrado por el Observatorio Electoral Venezolano, así como por otras organizaciones. Fue, pues, el colofón de un proceso que el domingo pasado se expresó en nuevas transgresiones a las normas vigentes, visibles, sobre todo por el intento de violar la libertad de los ciudadanos mediante el ofrecimiento de un bono a cambio de su sufragio, lo que dicho sea de pasada constituyó un delito en mucho mayor escala – compra de votos con recursos públicos– que, sin mayores pruebas, se tradujo en su momento en la “desproclamación” de los tres diputados de Amazonas y de la circunscripción indígena sur, electos para la Asamblea Nacional el año 2015. Para colmo, cabe añadir que ya proclamado Nicolás Maduro como presidente electo en la sede del CNE, su presidente Tibisay Lucena, en una declaración insólita, señaló que le había prohibido al mandatario recién electo la cancelación del pago acordado a los electores que habían cumplido conforme al trueque acordado, el “dando y dando”, que fue lema de la campaña gubernamental.

Para mayor asombro, en la tarde del mismo día de las elecciones, los candidatos Henri Falcón y Javier Bertucci le comunicaron al país que no reconocerían los resultados del CNE, a la vez que proponían la realización de una nueva consulta hacia finales de año. Posteriormente, y sin que hubiese alguna alusión a la posición asumida por los mencionados candidatos, la presidente Lucena, en una alocución extrañamente breve, declaró el triunfo del candidato Nicolás Maduro.

Y cuando todos dábamos por terminada la jornada dominical, el rector Luis Emilio Rondón declaró “…su no aceptación a estos resultados…”, destacando “…el incumplimiento de la normativa electoral, así como de los acuerdos suscritos por los propios candidatos…”, una declaración grave ante la que, sin embargo, las autoridades electorales no hicieron la más mínima referencia.

II.

El gobierno y el presidente Maduro quedan muy debilitados luego del pasado 20 de mayo. Tuvieron una victoria aritmética discutible, producto de un proceso anómalo de pies a cabeza, muy distante de lo que indica el manual universal de las elecciones limpias. Fue, además, una victoria modesta, no importa los malabares que se vienen  haciendo desde el oficialismo para mostrarla como “histórica”. En verdad, se trata, sin duda, de la derrota de un proyecto político que ya no tiene destino, plataforma de un gobierno que ha visto su respaldo casi reducido a la expresión que le permite su maquinaria organizativa y su sistema de control social. De un gobierno sujeto a una épica que trata de esquivar la realidad, de talante cada vez más autoritario y visiblemente incapaz de lidiar con una crisis que ha convertido en calvario la cotidianidad de la gente.

En la configuración del complicado cuadro político nacional, la oposición, en todas sus versiones, es también, desde luego, factor determinante visto su comportamiento errático, su incapacidad para traducir en clave política la presente realidad nacional y armar una estrategia unitaria que la lleve a reunir al 80% de venezolanos inconforme con el actual gobierno en torno a una propuesta atrayente y factible.

Que la mitad de los ciudadanos no haya votado es un dato capital. Es cómodo, pero tramposo, decir que significa el éxito de los que llamaron a la abstención. Mejor, pienso, es ponerle la lupa y ver allí  un conglomerado de gente que tiene un poco de todo. Y tal vez mucho de descontento con la política, con sus líderes y sus partidos y, quizás, hasta de decepción respecto al voto, nada de lo cual es buena noticia: ¿estamos a la intemperie políticamente hablando?

III.

El lunes, me parece, amaneció un país puesto en medio de otro escenario político en el que se empiezan a reubicar los diferentes actores y a redefinir las posiciones y las fuerzas al interior de ellos mismos. Uno, ciudadano de a pie, cree que hay que cambiar los códigos de la política vigentes, orientados durante estos años a la confrontación, sin reglas de juego, entre dos élites, dentro de un esquema de juego suma cero, y no a tejer los acuerdos imprescindibles, esos que sustentan el desenvolvimiento de cualquier sociedad. Cree uno, en fin, que es esta una tarea que responde a la forzosa necesidad de recuperar el horizonte del país, hoy en día, y desde hace rato, cercado por enormes y complejas dificultades.


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