Estamos a unos días de  penetrar en la Edad del Petro, cuando indefectiblemente se producirá más  ruina, más caos y confusión.

En el imperio virtual del petro seguiremos siendo víctimas de la estafa continuada de un gobierno  embaucador como el de Maduro, que intenta apropiarse a la fuerza de los  dólares ahorrados por  algunos ciudadanos,  obligándolos a comprar la falsa criptomoneda cuando  tengan que hacer transacciones de compra-venta de inmuebles, compra de boletos aéreos internacionales, pago de hoteles y  de impuestos.

La imposición de comprar petros le permitirá al gobierno hacerse con las divisas estadounidenses. Maduro no esperará hasta el 5 de noviembre para aplicar de “manera inmediata” semejante exabrupto a la aviación internacional, a  quienes les adeudan –desde el año 2003– la bicoca de  3.800 millones de dólares.

Como si no fuera ya muy grave que las aerolíneas estén imposibilitadas de repatriar sus ingresos, el gobierno las obligará a comprar el combustible en petros y a recibirlos por la venta de boletos. Después tendrán que ingeniárselas a ver quién les acepta ese artificio al que le han hecho el fú en el resto del mundo, empezando por  el Departamento del Tesoro  de Estados Unidos que prohibió “a toda persona o compañía sujetas a las leyes estadounidenses realizar transacciones con cualquier moneda digital emitida por el gobierno de Venezuela”. ¿Así o más claro?

Lo  que es predecible es que más líneas aéreas continuarán retirándose del país. Salir por  vía aérea será una  tremenda odisea. Cada vez más aislados, nos quedará la opción de salir por las fronteras, junto a miles y miles de migrantes  que escapan de esta tragedia llamada Venezuela, o hacerlo en balsas como hacían los desertores cubanos para huir de la dictadura castrista.

En el summum del delirio, en cadena nacional, Nicolás Maduro dijo  que  el domingo “tuvimos un ciberataque en la madrugada proveniente de Estados Unidos, Francia y de Colombia para desestabilizar el funcionamiento del petro”,  así que el fracaso del criptoensayo es adjudicable a esos países y comenzaremos en breve a escuchar que los problemas irresolutos  de los venezolanos se deben a los ciberataques del imperio y de sus países satélites, y a la  supuesta “guerra económica” que  parece no estar dispuesta a dar tregua.

La invención del petro es la apoteosis de la impostura, un fingimiento más del circo mediático urdido con mentiras, tejido con indecente desvergüenza al  invitar a los incautos que compraron la especie de los lingoticos de papel  a ahorrar  esta vez en certificados petros. Los venezolanos estamos exigiendo mucho más que esta retórica con la cual no  podemos vivir y tenemos que ingeniárnosla  para conseguir monedas fuertes.

Aunque el dólar, de forma inaudita, también ha comenzado a sufrir devaluaciones y observamos una continua erosión del poder adquisitivo de “los verdes” en manos de los venezolanos, algo imposible en el resto del planeta.

El tema de vivir con tres monedas –bolívares soberanos, dólares y petros– indigna. Desde el siglo XVI un comerciante y financiero conocido como sir Thomas Gresham descubrió que la moneda mala siempre desplaza a la buena; los autores de  la criptofarsa venezolana aprendieron la llamada Ley de Gresham jugando seguramente a las cartas, cuando algún camarada que perdía dinero echaba mano al recurso de “emitir moneda”, o sea de firmar vales. De esa forma nació el petro, que según Maduro será el epicentro de la economía en Venezuela y el mundo. Un mentiroso compulsivo que dice haber pagado en Nueva York unos perros calientes  con la inexistente criptomoneda del petro. A algunos esto les da risa, a mí sinceramente no.

Estamos a unos días de  penetrar en la Edad del Petro, cuando indefectiblemente se producirá más  ruina, más caos y confusión.

En el imperio virtual del petro seguiremos siendo víctimas de la estafa continuada de un gobierno  embaucador como el de Maduro, que intenta apropiarse a la fuerza de los  dólares ahorrados por  algunos ciudadanos,  obligándolos a comprar la falsa criptomoneda cuando  tengan que hacer transacciones de compra-venta de inmuebles, compra de boletos aéreos internacionales, pago de hoteles y  de impuestos.

La imposición de comprar petros le permitirá al gobierno hacerse con las divisas estadounidenses. Maduro no esperará hasta el 5 de noviembre para aplicar de “manera inmediata” semejante exabrupto a la aviación internacional, a  quienes les adeudan –desde el año 2003– la bicoca de  3.800 millones de dólares.

Como si no fuera ya muy grave que las aerolíneas estén imposibilitadas de repatriar sus ingresos, el gobierno las obligará a comprar el combustible en petros y a recibirlos por la venta de boletos. Después tendrán que ingeniárselas a ver quién les acepta ese artificio al que le han hecho el fú en el resto del mundo, empezando por  el Departamento del Tesoro  de Estados Unidos que prohibió “a toda persona o compañía sujetas a las leyes estadounidenses realizar transacciones con cualquier moneda digital emitida por el gobierno de Venezuela”. ¿Así o más claro?

Lo  que es predecible es que más líneas aéreas continuarán retirándose del país. Salir por  vía aérea será una  tremenda odisea. Cada vez más aislados, nos quedará la opción de salir por las fronteras, junto a miles y miles de migrantes  que escapan de esta tragedia llamada Venezuela, o hacerlo en balsas como hacían los desertores cubanos para huir de la dictadura castrista.

En el summum del delirio, en cadena nacional, Nicolás Maduro dijo  que  el domingo “tuvimos un ciberataque en la madrugada proveniente de Estados Unidos, Francia y de Colombia para desestabilizar el funcionamiento del petro”,  así que el fracaso del criptoensayo es adjudicable a esos países y comenzaremos en breve a escuchar que los problemas irresolutos  de los venezolanos se deben a los ciberataques del imperio y de sus países satélites, y a la  supuesta “guerra económica” que  parece no estar dispuesta a dar tregua.

La invención del petro es la apoteosis de la impostura, un fingimiento más del circo mediático urdido con mentiras, tejido con indecente desvergüenza al  invitar a los incautos que compraron la especie de los lingoticos de papel  a ahorrar  esta vez en certificados petros. Los venezolanos estamos exigiendo mucho más que esta retórica con la cual no  podemos vivir y tenemos que ingeniárnosla  para conseguir monedas fuertes.

Aunque el dólar, de forma inaudita, también ha comenzado a sufrir devaluaciones y observamos una continua erosión del poder adquisitivo de “los verdes” en manos de los venezolanos, algo imposible en el resto del planeta.

El tema de vivir con tres monedas –bolívares soberanos, dólares y petros– indigna. Desde el siglo XVI un comerciante y financiero conocido como sir Thomas Gresham descubrió que la moneda mala siempre desplaza a la buena; los autores de  la criptofarsa venezolana aprendieron la llamada Ley de Gresham jugando seguramente a las cartas, cuando algún camarada que perdía dinero echaba mano al recurso de “emitir moneda”, o sea de firmar vales. De esa forma nació el petro, que según Maduro será el epicentro de la economía en Venezuela y el mundo. Un mentiroso compulsivo que dice haber pagado en Nueva York unos perros calientes  con la inexistente criptomoneda del petro. A algunos esto les da risa; a mí, sinceramente, no.


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