“Los ultimomundistas debemos superar la ansiedad por huir hacia países desarrollados, con el propósito de superar la pobreza y dejar de vivir temiéndole a los tiranos. Tenemos que luchar contra ellos y sus aliados, que, ciertamente hambrean y matan. Irrefutable que mi propuesta luce como una guerra asimétrica. Pero, podemos vencerlos, convertirnos en individuos con números correspondientes en la civilización. Paremos de emigrar”.

Millones de habitantes del centro y sur de América emigran hacia Estados Unidos con el propósito de materializar eso que llaman el sueño americano, en uno de los más poderosos países del mundo porque su moneda es imperial. Desde hace décadas, todo indica que esas personas experimentan horrendas pesadillas y (aparte) han provocado crisis humanitarias de dimensiones deplorables, difíciles de atender o revertir conforme al artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dicta:

1) “Toda persona tiene derecho a circular libremente y elegir su residencia en el territorio de un Estado”.

2) “Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y regresar a él”.

Las penurias y fallecimientos de quienes emigran hacia Estados Unidos (pero también a Europa) tienen por culpables a gobernantes de sus respectivos países: mujeres y hombres corrompidos e incapaces de ejercer el mando con inteligencia, y que, adrede, mantienen en situación de miseria a sus ciudadanos. Pero, hay que admitir que, en nuestros subdesarrollados países, la pereza y la resignación signan los comportamientos de individuos con poca voluntad de superación, sin ánimo para instruirse, por aprendizaje renuentes al trabajo o a idear empresas productivas. Los motiva el absurdo anhelo de recibir mercadería regalada o barata, de borrego, procrear sin control ni responsabilidad después de presumir que el gobierno los becará. Están persuadidos de que la fornicación irresponsable los redimirá.

Los políticos de manual o decálogo propenden a corromperse y pervertirse, cierto. Deliberadamente, demuelen proyectos financieros y se apropian de presupuestos nacionales para luego generar pobres a los cuales controlarán con fines proselitistas. Ello deviene en purulenta llaga en cualquier país, aun cuando tenga suficientes materias primas o explotables recursos naturales. Las repúblicas no se desarrollan sin talento, trabajo o probidad.

¿Cómo justificar que mexicanos y venezolanos vivamos miserablemente en nuestros petroleros territorios y queramos salir, especialmente, hacia a Estados Unidos en un intento extremadamente peligroso (y muchas veces frustrado) por escapar de la mala vida? Las castas políticas hondureñas, guatemaltecas o mexicanaspor ejemplo, miran insensibles cómo hasta los menores de edad e hijos de esas preteridas patrias traspasan las fronteras para abultar la fatal e ilegal inmigración de infantes que terminan enjaulados como animales en la tierra nunca prometida.

Empero, las crisis humanitarias que surgen en centro y sur de América se deben (irrefutablemente) a la corrupción e ineptitud que caracterizan a sus principales de Estado. En Colombia, por ejemplo, grupos de terroristas organizados y alzados en armas, junto con oligarcas que se resisten a compartir sus riquezas o a invertirlas en fábricas e industrias, mantienen desasistida a una población fustigada por la violencia sociopolítica.

En Argentina, pese a ser una nación culturalmente destacada, el peronismo ha sido la gangrena de una clase política pariente de la venezolana docta en “diplomafia extorsiva” y “chantaje”. Recuerdo cuando la ex presidente de Argentina se declaró en rebeldía frente a sus acreedores de la banca internacional, dijo que no era culpable de su deplorable y profundamente corrompida gestión administrativa.

No en tan bajo perfil, los dictadores de Bolivia, Nicaragua y Venezuela suelen (igual) mostrarse imbéciles frente las exigencias de quienes les conceden préstamos de miles de millones de próceres impresos imperiales. Quieren abultar sus alforjas con billetardos imperiales y (por ello) los piden, pero jamás con intenciones de industrializar a sus pueblos: ello a causa del terrorismo doctrinal de gobierno que profesan, sobre el cual escribí y publiqué un libro hace años en España (https://www.amazon.com/Dictadura-Ultimomundano-Anotaciones…/dp/3848478366). Los políticos latinoamericanos fomentan la pobreza y gangrenan los presupuestos que administran, luego, en purulencia perpetua y desvergonzados, pujan por mantener perpetuamente a forajidos al mando.


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