Enero de 2018 ha sido revelador. Iniciamos un año decisivo. Está siendo escenario de la confrontación final en pleno desarrollo. Se plantea en todos los terrenos. Sin embargo, nos asaltan dudas serias sobre la disposición de una parte del liderazgo opositor a asumir las consecuencias que pueden derivarse de la profundización de lo que debe hacerse.

El asesinato de Oscar Pérez y sus acompañantes en la masacre de El Junquito debería ser más que determinante para dejar de lado cualquier consideración oportunista, calculadora o simplemente electorera. Ya basta de diagnósticos realizados para justificar la actitud complaciente que reflejan algunos en su conducta diaria. Me indignan esos análisis de “si bien es cierto tampoco es menos cierto” relativos a Oscar Pérez en momentos definitivos para determinar lo que tenemos que hacer y cómo hacerlo. La comunidad internacional condena radicalmente al régimen, pero los prisioneros de la desviación electoralista ignoran el tema y se aferran a las supuestas elecciones presidenciales que deben realizarse este año. Comparto plenamente la posición de Almagro, secretario general de la OEA. Con este régimen será imposible la realización de elecciones libres y limpias. Hay sobradas muestras y pruebas de las tracalerías fraudulentas, abiertas y encubiertas, para retener el poder a cualquier costo. Exigimos una mayor dosis de coraje en el liderazgo opositor en la búsqueda del cambio a corto plazo, también a conciencia de los elevados costos que necesariamente tendrán que asumirse. Basta ya de esos encuentros en Santo Domingo y de estar aferrados exclusivamente a lo electorero. Esta etapa es de otra naturaleza.

El pueblo venezolano no renunciará jamás a su dignidad. Está dispuesto a todo y solo espera por una dirección clara en los objetivos que asuma la conducción y el liderazgo. A su manera, desordenada pero espontáneamente, da sus batallas día a día a lo largo y ancho del país para sobrevivir. Por lo demás, podemos afirmar que el país está listo para asumir las responsabilidades del cambio. Existen ideas, planes y proyectos concretos para trabajar sin pérdida de tiempo en todas las áreas fundamentales. También el recurso humano necesario para concretarlos.

Pero, repito, hay que dejar de lado el miedo y apartar a los oportunistas. Quien no esté convencido, al menos que no moleste ni se convierta en traidor o delator. No hay espacio para los débiles, aunque en la Venezuela por venir habrá espacio para todos. Por supuesto que esto también incluye a quienes necesariamente tendrán que caer en manos de la justicia terrenal. De la Divina ya sabemos lo que les espera.

Mis respetos a la Conferencia Episcopal y a esos recios arzobispos de Barquisimeto y San Felipe.

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