Las decisiones políticas basadas en las tendencias de las redes sociales deben ser examinadas desde la óptica de lo psicológico. En este sentido vale la pena referir a Hans Jürgen Eysenck, quien en su libro Psicología de la decisión política examina los aspectos psicológicos y la influencia de los procesos grupales en las decisiones políticas. Señala que la agresividad es propia de las posiciones rígidas y las pasiones no pueden fundamentar estrategias políticas.

Es dentro de este contexto que debe verse el planteamiento que el historiador Edgardo Mondolfi realizó en su discurso del 5 de Julio ante la Asamblea Nacional, sobre la posibilidad de que la constituyente pretenda imponer una constitución. En este sentido, señaló que la consulta debe ser “obligatoria y popularmente refrendada”, y en este caso debemos ejercer el derecho que nos otorga nuestra carta magna; es decir, votar para repudiar la propuesta de Estado comunal.

Por su parte, el escritor Karl Krispin en su artículo publicado en este diario del día 24 de junio, titulado “Entonces, ¿no votamos más nunca?”, argumenta a favor del ejercicio del voto para que el pueblo rechace el intento de imponer un Estado comunista. Por eso, Krispin se pregunta: “¿Nos quedaremos en nuestras casas mientras nos imponen el Estado bolchevique o saldremos a votar?”. Cabe agregar que la situación es diferente a la que tuvimos en la “elección” presidencial y por eso hay reconsiderar la estrategia para amoldarla al nuevo escenario.

En esta línea, se advierten en las redes sociales los ataques contra todo aquel que emita una opinión distinta a la de quienes se sienten dueños de la verdad. Las respuestas cargadas de adjetivos peyorativos no se hacen esperar; los insultos y descalificaciones, sin argumentos, son moneda de cuenta. Por alguna razón misteriosa, la dirigencia política fija posición según las tendencias dominantes en las redes; las decisiones se toman, en consecuencia, sobre la base de las emociones y no de las conveniencias políticas.

Si Rómulo Betancourt, para tomar sus decisiones en la década de los sesenta en su lucha contra el castrismo, se hubiese guiado por la opinión pública -dominada por la izquierda radical- no habría derrotado la violencia guerrillera. El político con talante de estadista diseña su estrategia sobre la base de lo que la razón le indica, más allá de lo que marquen las tendencias de la opinión pública.

Ahora bien, se debe tener una respuesta política en caso de que la asamblea constituyente presente una constitución a consulta popular. Y aquí cabe hacer una observación adicional. La sentencia 378/31.10.2017 de la Sala Constitucional eliminó el referéndum en el llamado a la constituyente de 2017. La argumentación consistió en reconocer que el pueblo es el depositario del poder constituyente, pero que los órganos del poder público (entre ellos el presidente, como era el caso) “ejercen indirectamente y por vía de representación la soberanía popular”, es decir, el presidente es el representante de la voluntad popular y no necesita consultar al pueblo. De esta manera se eliminó el referéndum como ha sido tradición en los procesos constituyentes universales. (Consulta defendida por Lenin, Carl Schmitt, Antonio Negri, por ejemplo, pero no es acatada por los comunistas criollos). Esto llevó a las democracias occidentales a desconocer la asamblea nacional constituyente.

Si el presidente Maduro no presenta su constitución a consulta popular, sin ventajismos y con observación internacional, aumentará aún más su aislamiento internacional. De esta manera, su talante dictatorial quedará sellado sin discusión. Si la presenta, la dirigencia opositora debe diseñar una estrategia unitaria frente a estos hechos.

En este contexto, se debe abrir un proceso de diálogo y reflexión basado en criterios políticos y no emocionales. Las propuestas de Edgardo Mondolfi y Karl Krispin merecen una serena reflexión bajo el manto de la inteligencia emocional. Una acertada decisión política en este asunto es fundamental si queremos recuperar la libertad.


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