Laura Carreño

Entre los conflictos que pueden presentarse en el proceso enseñanza-aprendizaje en una institución escolar está el director y el asesor pedagógico, quienes luchan por demostrar quién tiene el mando y manejo de la parte pedagógica o técnica de la escuela. Lo que lógicamente desencadena una pugna en la que el director lleva las de ganar, puesto que tiene la potestad de dar instrucciones con la autoridad que le confiere su función, mientras que el asesor pedagógico simplemente hace recomendaciones al ejercicio del docente.

Entre estos compromisos, además de lo administrativo y el cumplimiento de leyes, al director escolar el tiempo se le diluye sin tomar en cuenta en muchos casos la visión social que debe asumir en la escuela, ausentando de su mente una visión consensuada y presentando en todo momento la visión individualista de su proceder profesional.

La actual situación de crisis educativa repercute en cada uno de los elementos que componen el sistema educativo venezolano, razón por la cual se necesita de modo urgente una reestructuración acorde con las necesidades del país. Que no solo se aplique en un momento dado, sino que se mantenga durante el tiempo requerido por la nación, que no solo busque la excelencia educativa, la cual puede concebirse en algunos casos como una utopía, y en otros casos, como un deseo vehemente del Estado. Se debe vincular la llamada excelencia educativa con las competencias que debe manifestar un director escolar y la transformación educativa tan necesaria en estos tiempos de cambio.

Es necesario el derecho al libre pensamiento de un profesorado, de cuyas filas emerjan los directores de escuelas y liceos, para que estos puedan aprender a solucionar los problemas presentes en su institución, lo cual será multiplicado y transmitido a su personal, y este al estudiantado, de manera tal que sean analíticos y críticos.

Giroux refiere la necesidad de una transformación que debe irrumpir en cada docente, que lo lleve a acercarse más a la realidad de su entorno, que lo vuelva empático y humanista, no solo de palabra, sino de hecho. Que lo convierta en un ser capaz de realizar un trabajo no solo para beneficio personal e individual, sino social.

En la actualidad el director educativo debe hacer frente a nuevos desafíos requeridos por la sociedad, la comunidad y su grupo docente. Dando respuestas innovadoras, diferentes a las tradicionales fabricadas en diferentes momentos históricos sobre la base de otros pensamientos e intereses. Por ello, el profesional de la docencia debe romper de manera pedagógica, epistemológica y filosófica. Y es que el sector educativo no escapa a esos cambios trascendentales que están sucediendo en toda América Latina, y es responsabilidad no solo del Estado venezolano someterse a innovaciones adaptadas ante la realidad histórica y cultural de los últimos tiempos, sino de los hombres y mujeres que forman ese ejército docente capaz de impulsar grandes transformaciones.

Se ha hablado mucho acerca de la educación transformadora en el mundo actual, resultando en cambios curriculares y tecnológicos ocurridos durante las últimas décadas. En ellos se incluyen elementos que suponen propiciarán en el docente esa tan anhelada transformación que coadyuve en la gestión que este lleva a cabo.

En la obra de Holliday y sus colaboradores se hace referencia a una educación transformadora, la cual no está basada en la enseñanza, sino que es una educación basada en el aprendizaje. Como dice Freire en su obra Pedagogía de la autonomía, saberes necesarios para la práctica educativa: “Enseñar no es transferir conocimientos, sino crear las condiciones para su producción” (p.47). Y es desde esta óptica que debe apoyarse la gestión escolar de un director educativo. Es imprescindible la construcción epistemológica, pedagógica y humana de una nueva gestión educativa.

Por otra parte, la educación transformadora obliga al sistema educativo venezolano a realizar importantes cambios; la educación parcializada ya no se considera adaptada ante los problemas mundiales que cada vez son más transversales y transdisciplinarios. Es por esto que el director educativo es un actor clave en el proceso de transformación social. De igual manera, el docente de aula también es considerado responsable de transformar la sociedad y el sistema educativo involucrando directamente a las familias.

El personal docente de una institución escolar bajo la gestión de un director con deseos transformadores en el subsistema al cual pertenece, juega un papel indispensable y central en el impulso de un nuevo modelo educativo y transformador. Su trabajo diario en el aula constituye en sí mismo una acción administrativa y social, ya que es capaz de llevar a cabo transformaciones de índole política y social, con una ejemplificadora moral y acciones de comportamiento adecuado de los estudiantes. Son estas razones por la cuales el docente debe contar con un fuerte compromiso ético, que sobrepase el ejercicio de la profesión asumida por él o ella, y contribuya a realizar importantes reflexiones sobre el sentido y el fin de la educación, en un debate que abarca la perspectiva organizativa, curricular y social.

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