Maxim Ross

Breve preámbulo.

Hace unos años publiqué este artículo para contrarrestar la propuesta “constituyente”. Hoy cobra actualidad y por ello lo vuelvo a ofrecer en este sitio.

Dentro de las opciones políticas que se están discutiendo en el seno de la oposición y del gobierno está la idea de convocar una constituyente para resolver los problemas que ahogan a los venezolanos, y digo “todos los problemas” porque a quienes he escuchado el planteamiento creo que piensan, de verdad, que con ella se resuelve todo. Temo que más bien los agravemos tomando en cuenta nuestra “excelente experiencia” en materia de constituyentes.

No niego la idea de que este mecanismo, si gana el favoritismo de la voluntad popular que está a favor de un cambio sustancial de las reglas del juego con las que se está rigiendo a Venezuela, podría cambiarlas completamente, lo que es su principal atractivo. Posiblemente también de allí salga una nueva plataforma de políticas públicas que enderece los impresionantes entuertos económicos y sociales en los que la revolución bolivariana y socialista no ha metido y lleguemos, de manera fácil e inmediata, al paraíso terrenal. Como tengo serias dudas de que pueda ser así, a pesar de las bondades que reconozco pueda tener una convocatoria de ese calibre, corresponde exponer unas ideas que nos ayuden a ponderar muy bien el paso que se quiere dar.

La historia de la constituyente de Venezuela. (1)

La verdad sea dicha: si en alguna materia no creo que podamos exhibir logros sustanciales en enderezar a Venezuela y ponerla en dirección de un orden moderno, civilizado, integrador, social y políticamente equitativo, de progreso económico sostenido, es en este de las constituyentes. Primero y principal porque todas ellas responden a ese nominalismo, tan clásico en la política venezolana, que cree que unas cuantas palabras puestas juntas y algunas leyes resuelven todo. He allí un punto de partida erróneo del tema constituyente, como lo demuestra su propia historia de ir de una a otra, sin resolver los verdaderos problemas de fondo. Si no se cree en esto que indico revísense las intenciones, muy buenas nadie lo niega, de los contenidos constituyentes después de 1811 y 1830, donde y cuando los objetivos estaban muy claros y fueron cumplidos.

La segunda objeción que hago a los procesos constituyentes, con base en nuestra propia historia, es que cada constituyente atendía los intereses de una parcialidad política y antes militar, porque desde 1858, y en especial la de 1864, todas ellas o fueron producto de un golpe de Estado o de una revolución llámese Azul, de Abril, Reivindicadora, Legalista, Liberal Restauradora o Revolución de Octubre de 1945, de la cual nace la constituyente de 1946. El golpe de Estado de 1948, desde luego, convoca una constituyente en 1953, se promulga una nueva Constitución que rige hasta 1961. Finalmente, culmina esta historia constituyente con la convocatoria de 1999 y la promulgación de la respectiva Constitución que todavía nos rige.

Dos asuntos se pueden deducir. Por una parte, es claro que cada una respondió a los intereses de un particular grupo político y, por la otra, es obvio que si se intenta aplicar una medicina a una enfermedad y se tiene que repetir reiteradamente sin resultados, a mí, al menos, me crea una seria duda de su eficacia en solucionar lo pretendido.

Las constituyentes no son consensos.

Quizás me puedan argumentar que esa afirmación es cierta para todas las anteriores, menos para la de 1999, cuyo contenido y confección parecía conducirnos al consenso, a una nueva etapa en la que Venezuela se fundaba en modernos y audaces principios de derechos humanos y políticos, en principios económicos que aumentaban la majestad de la política económica hasta, por ejemplo, dándole rango constitucional a las funciones del BCV

Sin embargo, no es así. Revisemos el resultado en la práctica de esta Constitución que resultó de una constituyente aprobada en referendo popular. Todo lo contrario, tanto que de ella se extrajo la instalación del socialismo en Venezuela, se creó el sistema comunal, se violó indiscriminadamente, al punto de que se quiso reformar y no se pudo. Aun cuando todos los días se nos muestre el librito azul.

Ahora, con la propuesta gubernamental de convocar una asamblea nacional constituyente, estos argumentos suenan más válidos, más allá del tema de si se deben o no cumplir con algunos principios legales y democráticos.

En conclusión, presento a la opinión pública estas consideraciones, en especial porque observo el proceso constituyente como una renovación de las rivalidades, como ha sido hasta ahora y no como un esquema para sentarnos civilizadamente, los partidos, las fuerzas vivas, el gobierno y seamos capaces de entendernos y de verdad construir un país mucho más perecedero que ese que va y viene de constituyente en constituyente.

[1] Tomé estos datos del trabajo de Allan R Brewer-Carias. “Las Asambleas Constituyentes en la historia de Venezuela” s/f.


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