Desde 1811 hasta ahora en Venezuela hemos tenido 26 constituciones, promedio de 1 cada 8 años. En casos han durado 3 años, una 1 año, otra 3 años, y así, hasta la de 1961, la más duradera que se mantuvo formalmente en vigencia por 40 años, y no solo por ser la de más larga vida, sino la más completa, la más democrática, pues recogió casi íntegramente el espíritu, propósito y razón de la magnífica constituyente de 1947, pero “llegó el comandante y mandó a parar” como dice el sonsonete de la revolución cubana. Primeramente, sin Dios y sin ley, Chávez la declaró “moribunda”, cuando gracias a ella se le perdonaron sus crímenes del asalto cuatro-febrerista y se le permitió participar en una justa electoral en la que se le reconoció la victoria.

En su primera campaña Hugo Chávez tuvo como oferta principal formar una Asamblea Constituyente, ahora algunos repiten el lema, quieren otra constituyente, y luego vendrá otra y otra, y seguiremos en ese ritornello sin fin de “un presidente, una constitución”.

No necesitamos ninguna constituyente, y menos si tal cosa se haría bajo el amparo de la violación de aquel texto de 1961. Está bueno de ese bochinche, Venezuela lo que requiere es estabilidad en todo sentido, una sociedad bajo reglas perdurables, unas instituciones serias, en manos de personas capaces y probas, sometidas a controles institucionales como lo diseñó aquel magnífico texto al cual solo hay que restituirle su plena vigencia mientras se aborda el mecanismo de enmienda o de reforma, para algunas actualizaciones.

No tengo dudas de que la larga y perversa dictadura chavista está por desaparecer, imposible que se siga sosteniendo contra la férrea voluntad combativa del pueblo venezolano y aunque sangre, sudor y lágrimas está costando y costará, tiene sus días contados; cabe ahora mismo comenzar a planear la ardua tarea de la reconstrucción, lo cual sin duda deberá pasar primero por satisfacer el clamor por justicia que es más fuerte que la necesidad de pan. Justicia para tanto dolor, justicia para tanto crimen, justicia para tanto robo. Justicia para la patria traicionada a la cual se le superpuso una bandera a nuestra bandera y también un mando extranjero en nuestros cuarteles. Justicia para quienes pervirtieron a nuestras Fuerzas Armadas convirtiéndolas en un antro partidista y a sus mandos en una banda de delincuentes narcotraficantes. Justicia para los jueces que legalizaron violaciones de derechos humanos y condenaron a inocentes. Justicia fuerte y proporcional a los hechos perversos que dejan tantas heridas, llantos y gritos de madres por sus hijos asesinados, de familias diezmadas por la sanguinaria represión; justicia para los exiliados, para los expropiados, para los enfermos sin medicinas, para los profesionales discriminados, justicia para todos y que deje claro el mensaje disuasivo para la no repetición.

Expulsados como sean estos demonios de Miraflores, de los cuarteles y de las instituciones, habrá que reorganizar el país bajo un pacto político general de gobernabilidad, establecer un lapso para la reconstrucción en un período de transición que forme un Alto Tribunal de Justicia Transicional que bajo procedimientos breves tome decisiones como la devolución de empresas y propiedades de la ciudad y del campo arrebatadas a sus dueños, rescate de los dineros públicos sustraídos mediante enriquecimiento ilícito y, lo más importante, persecución en Venezuela y por todo el mundo para dar castigo penal a los culpables de crímenes “lesa humanidad” que se establecerá asumiendo como patrón el juicio de Nuremberg, donde se juzgó en debido proceso a la camarilla nazi y se les dio merecidas condenas a cadena perpetua y muerte en la horca con ejecución inmediata. Cerrado ese capítulo, regresaremos a los cánones punitivos ordinarios, como después de aquel intermedio de horror Alemania regresó a un sistema constitucional y punitivo moderno tenido como uno de los mejores del mundo pero ya con aquel antecedente que disuadió a otros de pretender instaurar un sistema dictatorial.

Nunca más hitlernazismo en Alemania.

Nunca más chavomadurismo en Venezuela.


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