En mi artículo anterior hablé de las locuras perpetradas por los herederos de Chávez, quien, como lo expresó uno de sus más incondicionales acólitos, era el único que podía frenarlos para impedir que hicieran todas las locuras que bullían en sus trastornados cerebros. La última locura, la de mayor malevolencia, es la fulana convocatoria a una asamblea nacional constituyente para elaborar una nueva Constitución y “salvar el país”. ¡Qué riñones!

Son risibles algunos de los supuestos propósitos del nuevo instrumento jurídico contenidos en la exposición de motivos que hace el presidente Maduro ante el CNE (Consejo Nada Ético), en su llamada “convocatoria”, tergiversando de mala fe el concepto de “iniciativa”, que es la única potestad que le confiere la Constitución al Presidente de la República, ya que el derecho de “convocatoria”, propiamente dicho, le corresponde exclusivamente al detentador de la soberanía nacional que es el pueblo de Venezuela.

Veamos los propósitos risibles: 1) Promover la paz y el diálogo nacional (ja, ja, ja,); 2) La “reorganización” del Estado para que se recupere el principio de la “cooperación” de los poderes públicos (no la “división” ni la “separación” de los poderes, sino su sometimiento al Poder Ejecutivo mediante lo que el chavismo entiende por cooperación. Esa reorganización posiblemente signifique el desmantelamiento definitivo de la actual Asamblea Nacional, elegida por la inmensa mayoría del pueblo venezolano); 3) El “perfeccionamiento” del poder económico (¿qué significará eso?); 4) La garantía del “futuro” de la juventud (ídem) y 6) La defensa de la soberanía nacional “ampliando” las competencias del Estado (¿más todavía?). Mayor ampliación sería la implantación definitiva del Estado totalitario.

Veamos ahora los propósitos no risibles incluidos en la solicitud presidencial ante el CNE, que son los verdaderos propósitos de la maniobra y los más fáciles de lograr por cuanto ya, en buena parte, están adelantados: la constitucionalidad de las misiones y de las “nuevas formas” de democracia participativa y protagónica (comunas, consejos comunales y consejos de trabajadores). En la práctica eso significa la sustitución de las alcaldías y los consejos municipales por las comunas y los consejos de trabajadores chavistas; es decir, la “sovietización” del Estado al estilo de la Revolución Bolchevique rusa de 1917 con su consigna “todo el poder para los soviets” (consejos de obreros y campesinos), que jamás detentaron poder alguno porque este nunca salió de las manos de la camarilla gobernante del Partido Comunista de la URSS, la llamada “nomenklatura” soviética.

De salirse Maduro con la suya, las perspectivas del país se ennegrecen totalmente, porque, si con “la mejor Constitución del mundo”, la elaborada y con tantos votos recibidos en el primer año del mandato de Chávez, Maduro y compañía han arruinado el país, ¿qué no harán con una nueva Constitución convocada en términos irregulares, hecha por ellos mismos a su medida y posiblemente promulgada sin siquiera someterla a la aprobación popular?

Este último punto es de la mayor significación por lo siguiente: finalizada la asamblea nacional constitucional chavista y elaborada la nueva Constitución conforme al guion escrito por Maduro, ¿qué harán posteriormente con ella?, ¿la promulgarán sin realizar el referendo consultivo para que el pueblo venezolano tenga la posibilidad de aprobarla o rechazarla? Si lo hacen y el pueblo la rechaza,  ¿qué harán?, ¿renunciarán todos ellos como correspondería y llamarán a elecciones adelantadas, o la impondrán a rajatabla? En ambos casos, el régimen madurista perdería total y absolutamente su legitimidad de origen (ya de desempeño la tenían requeteperdida) y los venezolanos todos, incluidos empleados públicos y militares, tendríamos la obligación, por mandato de la única Constitución válida (la actual), de desconocer y combatir en forma abierta y definitiva al régimen usurpador.


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