Nuestra formación política inicial, en los tiempos de juventud, incluyó  ejemplos reales de sacrificio. Sin importar los problemas existentes y las ideas planteadas para el debate, nos inspiraba una historia de heroísmos  encarnada en los grandes luchadores por la libertad como Leonardo Ruíz Pineda, Antonio Pinto Salinas, Alberto Carnevalli y muchos otros nombres que ofrecieron sus mejores esfuerzos contra una  feroz dictadura militar de Pérez Jiménez. Sin embargo, con el paso de los años, fueron olvidados, olvidando con ellos  que una nueva dictadura sería posible, confiando siempre que en Venezuela los militares no volverían al poder y olvidando que en Venezuela, en sus 200 años de historia republicana, solo 40 han sido vividos en una democracia real.

Recobrada y consolidada la democracia, se hizo cada vez más lejana la epopeya de la resistencia antidictatorial. Pocos o nadie quería leer o escuchar sobre las más crudas y masivas represiones que se creían superadas por siempre. Al perder la memoria histórica, surgieron las condiciones necesarias para una nueva experiencia autoritaria trastocada en totalitaria, en el siglo XXI.

Varias generaciones,  que disfrutaron de las bonanzas petroleras, no supieron o nunca quisieron saber que la libertad y la democracia nacieron también de los carcelazos, las torturas y la muerte. Sólo gozaron una herencia gratuita y banalizaron de tal manera las cosas que la antipolítica se apoderó de la Venezuela que aplaudió a un golpista como Chávez. ¿Para qué la lucha, el estado de alerta permanente ante el impenitente propósito de los Castro de apoderarse de Venezuela, si todo rodaba sobre rieles?

Pero el tren se descarriló y la gran estafa del socialismo del siglo XXI, nos ha puesto de nuevo en la senda de una dictadura. Son centenares los mártires, torturados y presos de este régimen. Y volvemos la vista atrás para reeencontrarnos con el ejemplo de la civilidad heroica que también nos hizo nación. 

Al recordar el nombre de Leonardo, Antonio o Alberto, también recordamos a  sus familiares quienes pasaron por una durísima y amarga prueba. Hoy, al tener presente a Juan Requesens, Simonovis, los policías metropolitanos, así como los centenares de venezolanos secuestrados por el régimen, vemos a sus familiares firmes  e íntegros. Sin ninguna duda, la visión de los familiares de Juan son un magnífico ejemplo de la dignidad y la entereza de la familia venezolana, clave para que la República renazca de sus cenizas. Venezuela libre resiste, persiste y existe.


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