Para los que vivieron y viven en Venezuela, es conocida sus dos caras, por un lado la opulencia (de enchufados y afines), por otro la miseria (la gran mayoría). Hoy la franja de la desigualdad económica es mucho más amplia que en el pasado, esto es el resultado de todas las promesas incumplidas, por los errores al querer implantar un modelo que ha fracasado donde se ha querido imponer, sumando la corrupción, el mundo ha sido testigo de esto, nuestro país lo atestigua, lo que fue ayer hoy ya no es.

Venezuela hoy gracias a la revolución no es sino confusión y tormento. El odio chavista-madurista destroza sus entrañas. Mata, mancha y arrastra a sus víctimas en el oleaje de su furor. Gracias a ella los hombres se buscan con maldad de bestias.

El régimen nunca ha respetado nada, ni siquiera al vencido que yace en la tierra, ni a la mujer que implora, ni a los niños de ojos abiertos a los sueños.

Quieren asesinar también el soñar. El que difiera o quiera mostrar otro camino será exterminado.

Todo titubea, el armazón del Estado, las leyes de las relaciones sociales, la convivencia, el respeto a la palabra.

Antes en democracia el sistema buscaba crear o generar riqueza, hoy los sirvientes del régimen se enfrentan como fieras desencadenadas para saciar su sed de poder, pero no generan riqueza, todo lo contrario, la roban.

Para ellos el mentir es solo una forma más de ser hábil.

En esta revolución el honor ha perdido su sentido, el honor del juramento, el honor de servir, el honor de morir. Los que permanecen fieles a estos viejos ritos hacen sonreír a los demás.

Se asfixian las almas. El denso aire está cargado de todas las abdicaciones del espíritu que ellos han impulsado.

El país no se hunde por falta de elementos materiales. Jamás se contó con tantas formas de explotar los recursos.

Los bienes materiales, monopolizados por ellos, en sus manos solo sirven para matar a hombres y mujeres y no para socorrerles. Es una razón más para odiar.

Sin amor, sin fe, Venezuela se está asesinando a sí misma.

El corazón de los venezolanos de este siglo, venezolanos del día a día, está lleno de melancolía, de acritud, gracias a la horrible pasión de los chavistas-maduristas de apoderarse de todo, una cólera brutal llegará.

Millones de venezolanos cada vez más cansados de lo que les han hecho reaccionarán aunque parezca que estén en un letargo inducido por el miedo, el conformismo o el subsistir.

Los sirvientes del régimen ya con la lengua seca de mentir, frías las manos, adivinan ya, en medio de su delirio, el instante próximo en que su obra de locos será aniquilada. Desaparecerá, porque era contraria a las leyes del corazón, la razón y a las propias leyes de Dios.

El dictador y sus secuaces han preferido hundirse en los pútridos mares del egoísmo, la corrupción, la envidia y el odio, que dar la oportunidad a su pueblo de ser electores de su destino.

Se debaten en medio de sus guerras imaginarias, de la crisis que crearon, en medio de los lazos resbaladizos de su egoísta pasión: ¿Adónde nos vamos?, ¿quién nos perdonará?

Esta revolución será recordada como el fracaso del siglo, y sus jerarcas, como los más grandes criminales de América.

La solución a esta tragedia parte del pueblo y su gente, se debe manifestar más temprano que tarde el repudio contundente por lo que nos han hecho y hacen, en lo personal y como nación, todos sufrimos y todos debemos actuar. Y quiero creer que esto sucederá, porque prefiero diez años de frío y abandono que sentir un solo día mi alma vacía y helada por la muerte del sueño de ver nuestra Venezuela libre de quienes la han hundido.

¡Que hable la calle!

Fuerza y fe.


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