Hablar de esperanza es difícil porque supone el convencimiento de que lo que vemos ahora será distinto y, sobre todo, mejor. Pienso que por ser lo más frágil, pero a la vez importante, la confianza en que vendrán tiempos de cambio es lo que intentarán arrebatarnos.

La esperanza no nos entrega un futuro ya acabado, logrado, sino que nos abre a un horizonte nuevo en el que hay que construir. Por eso es vulnerable, pues al advertir que mucho depende de nuestra respuesta a las circunstancias, nuestra debilidad asoma asustándonos. Es comprensible que sintamos que no podremos superar tantas dificultades y cada nuevo asalto puede apagar nuestras ilusiones, pero advertir tanta fragilidad en nosotros es bueno porque en ella se fundan la fortaleza y la esperanza.

En el ámbito del conocimiento natural, el hombre que piensa y se atreve a salir de la caverna, como sugiere Platón, experimenta la ceguera ante tanta claridad. Cuando aumenta la fe sobrenatural, mayor es también la noche de la inteligencia que enfrenta la luz, como expone san Juan de la Cruz, aludiendo a la cercanía de un Dios que no podemos ver con los ojos del cuerpo ni entender con nuestros acostumbrados esquemas de pensamiento. El paso hacia lo nuevo es un proceso y hay que atravesarlo para renovarnos y ver de un modo distinto los acontecimientos.

En el ámbito físico, fundamento de estas analogías, la medianoche es un momento oscuro, pues a ella anteceden y siguen muchas horas de ausencia de luz, por más que la luna y las estrellas iluminen un poco la negrura. Pero pasado este límite de las noches, la anterior y la posterior a la medianoche, la noche se hace más oscura porque han pasado ya muchas horas: toda la noche. Aquí es cuando la esperanza crece con la seguridad de que llegará el amanecer. Crece precisamente porque el futuro es incierto y depende en mucho de que creamos en nosotros mismos.

Nadie sabe con seguridad qué hora es  pero pienso, sin embargo, que vamos bien. La razón es que estamos cansados por tantos años de lucha y esto es buena señal, porque ya lo único que queda es rendirnos o confiar en un posible futuro país. Responder con esperanza es dar lo más íntimo y eso es bueno, porque todo impulso ayuda a crecer.

¿Que la destrucción es grande? Eso es bueno, porque habrá mucho que hacer. ¿Que hay mucho que restaurar, en nuestro interior y en nuestras comunidades? Sí y eso es bueno, porque seremos mucho más fuertes como sociedad. ¿Que hay mucho deterioro físico y moral? Eso es bueno, porque habrá mucho que reparar, construir y sanar. ¿Que las circunstancias nos han dificultado hacer algunas cosas? Sí, pero nos han permitido hacer otras. Toda carencia puede ser satisfecha y como bien dice una amiga, en estos tiempos hay que tratar de sacar lo mejor de nosotros, porque eso será “lo único que permanecerá” en el país y en nuestra alma cuando todo pase.

La fragilidad que sentimos; la oscuridad por la ausencia de luz física y difícil comprensión de estos tiempos confusos, son señales de que hay bondad oculta. Puede ser que la recuperación tarde un tiempo; que sea más rápida en algunas cosas que en otras, pero cuando los procesos son lentos hay posibilidad de reflexionar y esto es bueno, porque hará que los años futuros sean mejores y los logros más permanentes.

[email protected]  


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!