Siempre me ha chirriado esa manía que tienen los marxistas de insistir en que los individuos son apenas un instrumento de la historia, únicamente una herramienta para que ella se realice, casi una brizna al viento, pues. “El ser social determina la conciencia”. Esa frase que escribió Marx en  su Contribución a la crítica de la economía política, alrededor del año 1858, es repetida por sus inconscientes seguidores como si fuera un mantra benefactor. Todos sabemos que Karl Marx hizo su tesis doctoral sobre los atomistas griegos y esto le sirvió para  darle la vuelta a las ideas de Hegel y abrazar un materialismo de corte histórico, en el que el espíritu y la libertad del individuo tienen muy poca cabida. De esta forma, todos los valores, normas y manifestaciones culturales de una sociedad están localizadas, para él, en un estadio, o superestructura ideológica, de la cual no podemos zafarnos a no ser que seas K. Marx, claro.

La propia historia a la que nuestro filósofo apela, sin embargo, parece empeñada en mostrarnos lo contrario; esto es: que son las individualidades las que nos arrastran al abismo gracias a sus imposturas, sus ansias excesivas de poder  y su terquedad. A pesar de todos los contratiempos que encuentran en su camino, insisten y resisten hasta convencer a unos cuantos a su alrededor de que no están tan locos y, finalmente, terminan alcanzando sus objetivos. El mismo Marx es un ejemplo de lo que llevamos dicho, pero también, Hitler, Chávez e igual podríamos decir de variosemperadores romanos, de Mao, Lenin y hasta de Fidel.

Y como de timos  y engaños estamos hablando, me viene a la memoria una película de Steven Spielberg, llamada Atrápame si puedes (Catch me if you can, en inglés), basada en la vida real de un falsificador de cheques, quien es interpretado por Leonardo DiCaprio. Allí hay una fábula que gusta contar el padre del simpático bandido: dos ratones caen en un tazón de leche; uno de ellos se cansa rápido de darle a las patitas y muere; el otro continúa incansablemente hasta que, gracias a sus movimientos, logra hacer mantequilla. Se supone que se salva, pero la moraleja del truhan es que no puedes dejar de insistir en lo que quieres.

Pues bien, resulta que gracias a uno de estos perseverantes y amantes desmedidos del poder, como ha resultado ser el doctor Pedro Sánchez, la posición del reino de España en relación con el gobierno de Venezuela ha cambiado y, hoy en día, tanto el trabajo que venía realizando el frente opositor en el exterior, como la posición unitaria que se venía alcanzando dentro de la Comunidad Europea sobre este caso, están en verdadero peligro.

Todo lo cual me hace pensar sien verdad los ratones tienen conciencia o se mueven por puro instinto.


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