“Mucho gusto en conocerlo tengo señor Satanás. Zamuros de la Barrosa salgan del alcornocal que al Diablo lo cogió el día queriéndome atropellar. Sácame de aquí con Dios Virgen de la Soledá, Virgen del Carmen bendita, sagrada Virgen del Real, tierna Virgen del Socorro, dulce Virgen de la Paz, Virgen de la Coromoto, Virgen de Chiquinquirá, piadosa Virgen del Valle, santa Virgen del Pilar, fiel Madre de los Dolores dame el fulgor que tú das. ¡San Miguel! dame tu escudo, tu rejón y tu puñal, Niño de Atocha bendito, Santísima Trinidá”. Florentino y el diablo, de Alberto Arvelo Torrealba

Mientras escribo, recuerdo a los amigos de Barinas que viven allá lejos y, en el instante, todos los peligros. Se baten con arrojo, pero sin premeditación contra la canalla, la discriminación, la pobreza, la frustración y los que sin escrúpulos maculan al gentilicio.

Recios, valientes, livianos reclaman el desastre, en el paraje donde el agua abunda, pero no hay ni para beber, o donde cobran un tanque que no hicieron y se conforman con aquel otro viejo, en Capitanejo. Criadillas contra fusiles, piedras a cambio de bombas, sudor, sangre, lágrimas son las flores con que adornan el altar de su emoción.

Barinas es víctima del latrocinio chavista, blanco de innumerables fracasos, de engaños, fraudes, burlas y manipulaciones y pensar que en Sabaneta nació el difunto comandante. El legado, sin embargo, no es diferente que arriba, abajo o en el centro, hambre, miseria, miedo y envilecimiento. ¿Cómo no nos vamos a encrespar, me decía un compañero y amigo de mi generación, viéndolos a ellos robar, medrar, acopiar sin ápice de vergüenza, sin pizca de contrición?

Y agrega otro compañero que, sin haber acabado la protesta de la ruptura constitucional, de la Sala Constitucional, aparece el que fuera presidente y le declararon el abandono del cargo, con ese canto maluco de la constituyente comunal, sectorial, territorial viniendo así por mí con el lazo creyendo que me dejaba malograr con ese mazo. ¡Ni de vaina compadrito…!

Riega Barinas con sangre el terreno de los arcos; con terrones humildes acometen, en defensa de sus actos, ingenuos, inocentes, cándidos que se tiran ese lance, de luchar por una patria que agoniza en sobresaltos y ejemplariza ante el mundo, para la historia y los santos que son libres para morir en lo alto de una montaña de héroes, que le sirve de respaldo.

Barinas se siente entonces Florentino y encara al diablo de una crisis cuya propuesta parece, otra crisis y más na… Así marchaban las cosas cuando en medio de la calle se soltaron a gritar y en represalia tragaron plomo, hedentina, ultraje para acallar. Y se consumió la mecha y el mundo dijo a explotar…

Ni pendejo juera yo, para poderme calar esa maniobra que ahora y que llaman comunal, me hacen trampa y hasta osan despojarme mi derecho de votar, pero, en la lucha que tiende una línea horizontal, estaba el pueblo como uno dispuesto a todo y a más.

Mi hambre, mi miedo y mi enfermedad no me la quito con eso que me acaban de inventar; va de retro yo les digo y yo les acepto el reto, sórdidos, bandidos, gárgolas, arpías que los vamos a tumbar. Y honor le ofrezco al caído que no quisiera vengar, aunque comienzo pensando que no los podré olvidar y, cuando recupere el aliento y domeñe mi dignidad, volveremos a entonar que en Barinas: “Yo soy como el espinito que en la sabana florea, le doy aroma al que pasa y espino al que me menea”. Y si dándoselas de guapos, uniformes, tanquetas insisten en enviar, los remato evocando que: “El trueno y el desafío. Me gusta escuchar el rayo, aunque me deje aturdío, me gusta correr chubasco si el viento lleva tronío. Águila sobre la quema, reto del toro bravío. Cuando esas voces me llaman siempre les he respondío. ¡Cómo me puede callar coplero recién vestío!”.

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