Oír a no pocos venezolanos de a pie –civiles y militares– que, bien por una hoy rara convicción, bien por algún beneficio económico o de otra índole, intentan pintar un sistema chavista honesto e injustamente atacado por una pérfida ciudadanía que no ve sus virtudes y que además no agradece la perfectísima “democracia” cuya construcción se inició hace 19 años, permite entender en parte cómo un régimen que es todo lo contrario a lo que ese “inocuo” imaginario sugiere ha podido sobrevivir por tan largo tiempo pese a ser causa de tanta muerte y devastación; y no, por supuesto, porque con aquella “pía” representación se convenza a alguien sino porque es esta una de las más patentes evidencias del enorme entramado de complicidades, grandes y pequeñas, que lo sostiene.

Sí, se trata de una red tan colosal como la “ingenuidad” del grueso de sus participantes, ya que si bien los conscientes colaboracionistas lejos están de constituir un puñado, los más son quienes han sucumbido a variados chantajes y hecho del quietismo un statu quo para la “supervivencia”, así, entre comillas, por cuanto cabe preguntarse –y preguntarles– si vivir esperando lo que unas pocas y nada benevolentes manos deseen dispensar según sus mudables caprichos es realmente vivir.

Claro, esa es solo la punta de un oscuro iceberg, porque de esa red de complicidades forma también parte el que a diario maldice al tirano y al esbirro pero mira a otra parte cuando de la saña de estos es blanco el vecino o hasta el mejor amigo, o quien a través de la especulación contribuye de manera significativa al incremento de las penurias de la misma sociedad ante la que se reconoce víctima de malas políticas, o aquel que por mantenerse en un cargo pone su simulada indiferencia a disposición de la maldad.

Es el mismo fenómeno que en todas las épocas ha sostenido a los regímenes tiránicos y que por un dejo de vergüenza se oculta tras reducciones etiológicas que, aun cuando dan cuenta y razón de parte de las causas del éxito del opresor, como las que subyacen tras los términos “bota y fusil”, solo prolongan a un altísimo costo la implementación de verdaderas soluciones emancipadoras.

Sea lo que fuere, un mapa teñido por una desafortunada coyuntura de rojo es solo eso, una coyuntura desafortunada, no un indicador de éxito o de fracaso –de acuerdo con la perspectiva–, lo que viene a cuento luego de lo arriba expuesto por el hecho de que no es del tránsito de una desvirtuada ruta electoral sino del desmantelamiento o no del mencionado entramado de lo que dependerá el futuro modo de vida en Venezuela.

@MiguelCardozoM


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