No se puede llamar de otra manera, sino complicidad corruptiva cuando se observa que los dineros del Estado han sido birlados por una pandilla de pícaros oportunistas, que no contentos con detentar el poder, han llenado sus alforjas con mil millonarias cifras en dólares depositados en bancos extranjeros, tras saquear las arcas del erario público a su antojo y arropados por una libertina alcahuetería, que pone en evidencia la connivencia séptica del régimen socialista bolivariano y comunista.

Existe un denominador común que no es otro que la corrupción entremezclada con la política.  Y esto es lo que ha venido ocurriendo en los últimos años en nuestro atormentado país, víctima de la insaciable voracidad de un numeroso grupo de depredadores de la cosa pública, que han dado rienda suelta a sus instintos delictivos, sin importarles en absoluto los principios éticos y morales y sus propias familias, a las que seguros estamos las deslumbraron con oníricos sueños de esa riqueza mal habida.

Es difícil entender cómo con los recursos naturales con los que cuenta nuestro país podamos estar enfrentando una crítica situación económica, que va desde el desabastecimiento de productos básicos de la alimentación, falta de insumos médicos, desempleo, devaluación de la moneda –aun cuando los jerarcas del régimen se empeñen en afirmar que no se trata de tal, sino de una necesaria reforma fiscal– para hacer frente a una denominada, en jerga militar “guerra económica, propiciada por la burguesía oligarca, imperialista, apátrida y enemiga” (sic) de la tan mentada revolución del siglo XXI. Pretexto tras pretexto para esconder debajo de la alfombra roja la basura y desperdicios de sus erradas políticas públicas y económicas de inspiración marxista, causantes de esta penosa debacle, a lo largo de más de 19 años.

A propios y extraños cuesta mucho comprender que este evidente y estrepitoso fracaso de un país con las mayores reservas de petróleo del mundo –una quinta parte–, no lo haya aprovechado especialmente durante estos quince años, con los precios e ingresos más altos de su historia, situación que hoy en día se le torna más difícil aún, porque el sector petrolero está en franco deterioro, con la empresa estatal Pdvsa en quiebra según información suministrada por el fiscal general de la República, Tarek William Saab, como consecuencia de los mil millonarios contratos otorgados por el ahora defenestrado Rafael Ramírez y un grupo de sus allegados.

Venezuela está considerada como uno de los países más corruptos del mundo –vergonzoso récord–, lo que lo aleja de su espléndido pasado, lleno de riqueza, felicidad, paz, tranquilidad, seguridad, armonía y la emblemática jocosidad y alegría que permitía al venezolano –hombres y mujeres– exhibir con orgullo su gentilicio, hoy afectado por el dolor y tristeza de ver partir allende las fronteras, a miles de jóvenes en procura de un mejor porvenir. Fuga de talentos irrecuperables, porque si bien es cierto que encontrarán lo que ansían, muchos no regresarán a la patria por haber sentado raíces en otros lares. Es el doloroso costo a futuro, que nos depara la mal habida revolución comunista venezolana del presente siglo.

Venezuela enfrenta una situación peor que la de Haití, por la extrema situación de pobreza y miseria que se observa en ciudades y pueblos de todo el país, aun cuando  la tragedia de la nación caribeña es completamente diferente, pues el hambre, pobreza e inseguridad que agobia a la patria de Petion, es el desértico estado de su economía, improductividad empresarial, cero inversión extranjera y el rosario de problemas sociales y políticos que desde hace varios años vienen confrontando, en cambio que nuestro país la crisis económica, social y política es producto de uno de los peores gobiernos (¿) que hemos tenido, por la inevitable consecuencia de una visión autoritaria de la sociedad y de la economía. Una visión que ubica al Estado como el principal, o mejor dicho, como el único protagonista de todas las actividades productivas, financieras y comerciales. Una visión que no cree en la separación de los poderes, sino en la concentración de los mismos, y en consecuencia no cree tampoco en la libertad empresarial, pues su ideología está totalmente divorciada de la libre empresa.

La corrupción es la acción y efecto de corromper (depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española), y por tanto puede tratarse como en el caso venezolano de una depravación moral o simbólica, aun cuando en otro sentido la corrupción es la práctica que consiste en abusar del poder, de funciones o de medios para sacar un provecho económico o de otra índole. Lo cierto es que Venezuela copa las primeras páginas de los diarios del mundo, como consecuencia de estos ilícitos, que el régimen pretende ocultar o silenciar, distrayendo la atención pública con pretextos de invasión de potencias extranjeras y otras tantas sandeces, que a diario predican con insistencia por todos los medios y en actos públicos, que suelen ser recurrentes.

En años recientes, el Instituto Nacional de Finanzas de Andorra (INAF), ente regulador financiero de España, intervino la Banca Privada d’Andorra investigada por el gobierno de Estados Unidos, a través del Departamento del Tesoro, por encausar presuntamente fondos del crimen organizado y “lavado de dinero internacional”, con vinculaciones criminales rusas y operaciones con empresas “pantalla” a través de Pdvsa. El régimen se ha desentendido del asunto, lo que a la vista de muchos se interpreta como una silenciosa impunidad, que ya no causa asombro ante tantos otros hechos similares, que si los enumeráramos no alcanzaría espacio para nombrarlos en este artículo.

Una fuente del Departamento del Tesoro explicó que los funcionarios venezolanos sancionados están considerados como una “amenaza” para el sistema financiero estadounidense, y eso atañe a la seguridad nacional. La orden de Washington es “ayudar” a proteger el sistema financiero de Estados Unidos de los flujos financieros ilícitos de la corrupción pública en Venezuela, y por esta razón sitúa a Venezuela como amenaza para la seguridad de esa nación.

La corrupción ha sido definida por acuciosos investigadores del tema, como un comportamiento político desviado (falta de ética política); conducta política contraria a las normas jurídicas (falta de ética jurídica y política); y usurpación privada de lo que corresponde al dominio público. Destacan que el interés personal no es un elemento que necesariamente debe incluirse en una definición, pues los actos de corrupción no siempre benefician únicamente a intereses particulares.

En el caso venezolano es la falta de todo lo anteriormente indicado, más la ausencia de escrúpulos y la inexistente voluntad política de un régimen que se arropa bajo la bandera de una supuesta revolución socialista bolivariana, marxista y mal llamada bolivariana, que el extinto viejo caudillo cubano Fidel Castro denominó comunismo.


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