Al César lo que es del César, asegura con sabiduría el viejo refrán. Y si algo hay que reconocerle al chavismo es su capacidad de destrucción, son algo así como esas viejas imágenes de una gran bola de acero que todo lo arrasa al ritmo de su bamboleo. No solo ha acabado con nuestra economía, sino también con nuestro sistema de salud, los rezagos de la clase media (que había logrado sobrevivir a los desmanes de una casta política que ahora exige ser tratada como la versión posmodernista de Moisés), la producción petrolera, la industria eléctrica, y todo cuanto pueda uno imaginarse.

La obra de ruina que han ido dejando a su paso es comparable solo con las condiciones por demás lamentosas de Cuba en su generalidad. Pasear por las calles de La Habana es ruinoso para el ánimo de cualquiera, construcciones que al imaginarlas en buenas condiciones de mantenimiento te puedes suponer la preciosura de entorno que podría ser. Ni hablar de su sistema de transporte público capitalino, es deprimente ver a hombres, mujeres y niños apelmazados en las rastras de transportar caña de azúcar donde son arracimados cual rebaños en camino a un potrero, cuando no a un matadero.

Es una larguísima lista de ejemplos que podrían ser citados, no solo en La Habana, o en Moscú, también pueden mentarse las zonas liberadas del mando de la guerrilla colombiana vecina a la que ahora en nombre de la paz se le quiere otorgar cuanta prebenda cualquiera puede suponer.

La obra de implantación de modelos decadentes ha sido de tal magnitud que lo ético ha sido socavado de manera perversa. Hasta el modelo de lucha que significó para el mundo la forma como fue enfrentada y derrotada la dictadura de Pérez Jiménez ha sido exterminada. Ahora las dictaduras se enfrentan por vía electoral, y no cesan de invocar el ejemplo de Pinochet. Olvidan el pequeño detalle de que Chile tenía unas instituciones militares que no habían sido manoseadas, ultrajadas y prostituidas en su esencia como ha sido el caso de las fuerzas armadas venezolanas.

Y debo decir que los abusos contra nuestros hombres de armas no son de reciente data, fueron abusadas por los rojos, lo fueron por la cuarta y son ahora vilipendiadas por los mudecos que le exigen una sumisión total y pago de unas penitencias de obediencia sumisa.

No puedo evitar imaginar a Pompeyo Márquez llamando a votar contra Pérez Jiménez. Menos puedo dejar de evocar a dirigentes como Leonardo Ruiz Pineda, Antonio Pinto Salinas y Alberto Carnevalli. Sin dejar de lado a los oficiales León Droz Blanco, Wilfrido Omaña y Jesús Alberto Blanco entre muchos otros. Panteón de héroes pervertido por una historia que el chavismo ha borrado para lograr implantar nuevos paradigmas de lucha. Cosas veredes…

© Alfredo Cedeño

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