Cuando se llega al final de una etapa, de un trabajo, de una vida, los seres humanos, en su mayoría al menos, se hacen una pregunta existencial que llena días u horas del solitario pensamiento, ¿cómo me recordarán?

Esta pregunta nos la hacemos los padres con respecto a los hijos, los abuelos con los nietos, los empresarios con sus colaboradores y trabajadores, los políticos… pues, la verdad es que a veces lo dudamos, ya que si se hicieran la pregunta tal vez cambiarían sus acciones.

Hoy me saltan recuerdos que llevo muy presentes de las acciones de mis padres, también de mis hijos y hoy, por cumplirse un lustro de la infame prisión de mi hijo, me saltan a la memoria y me vibran sus palabras cuando al pie de la estatua de José Martí nos decía: “Si mi encarcelamiento sirve para despertar a nuestro pueblo y comenzar la lucha por conquistar la libertad y la democracia, entonces, bienvenido sea”.

Han pasado cinco nefastos años, esa lucha que comenzó el Día de la Juventud de 2014 cuando tres dirigentes nacionales acompañaron a la manifestación de los estudiantes frente a la Fiscalía Nacional –como bien lo pueden recordar la fiscal Luisa Ortega–: María Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López confirmaron a los jóvenes que su lucha estaba presente en la agenda de ellos, no se trataba de un tema generacional; era, como lo sigue siendo, un punto central en la política nacional.

Hoy retumban las solemnes palabras del presidente de la Asamblea Nacional, ingeniero Juan Guaidó, cuando nos recuerda y lee sus mandatos y obligaciones ante la evidente usurpación del Poder Ejecutivo por el señor Nicolás Maduro.

En la memoria de ese maravilloso momento que preñó de esperanza a Venezuela se hizo realidad por contener en esas palabras el mensaje de amor a su pueblo, que tan ausente ha estado de la atención del Estado en los últimos veinte años.

No se trata de gritar más duro para ser oído, se trata de pronunciar las palabras apropiadas para lograr la atención. No por amenazar se genera miedo, se respeta al valiente por su acción. No por decir y repetir mentiras se convierten en realidad, la gente lo sabe distinguir.

Después de cuatro lustros de oír estridencias llenas de odio que pretendieron separar a los venezolanos en dos grupos, después de vivir en carne propia la falta de seguridad y de libertad, de alimentos, de medicinas, de bienestar, al venezolano le quedó claro que esa frase de “patria o muerte” era un cuento vacío de patriotismo y solo prometía patria para Cuba y muerte para los venezolanos.

Ha llegado el momento de preguntarse, señor Maduro, ¿cómo quiere usted ser recordado? Será usted recordado como el asesino responsable del genocidio venezolano, o tal vez como el vendepatria que entregó la soberanía a Cuba, el oro a los árabes, el petróleo a los rusos y la miseria a los venezolanos; o tal vez como el presidente que, reconociendo su fracaso, toma la única decisión moralmente aceptable y se retira.

Hay muchas formas de recordar a los seres humanos, pero la memoria siempre graba lo último y más saliente del recordado. Maduro puede elegir aún cómo quisiera ser recordado; sin duda, nunca entre los buenos presidentes, pero al menos entre los capaces de arrepentirse, y no solo por advertir que para los humanos “pescuezo no retoña, vámonos”.


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