Mucho de qué hablar –y escribir– está dando la pretendida campaña contra la corrupción que de manera pública, notoria y comunicacional se lleva a cabo por parte de Maduro y los suyos. Al respecto, lo primero es lo primero: una hegemonía política que es esencialmente corrupta no puede combatir la corrupción. Puede tratar de dar la impresión de que lo hace. Puede incluso ser eficaz en proyectar tal mensaje. Pero un combate serio, integral y a fondo de la corrupción es un imposible lógico para la hegemonía roja. Y no en el presente sino desde el primer día. Una revisión objetiva, por ejemplo, de las ramificaciones del caso de los “narco-sobrinos”, recién sentenciados, daría suficiente cuenta de ello.

Dicho esto, debe reconocerse que la campaña para la reelección de Maduro empezó con el tema de la supuesta lucha contra la corrupción en Pdvsa. Lo que, además, sirve para abonar las consignas de la guerra económica, del bloqueo del imperio, de los infiltrados de la derecha, y pare usted de contar. Rafael Ramírez no será una presa fácil. Se lo ha advertido a sus perseguidores de ahora, aliados o beneficiarios de ayer. En pocas palabras ha dicho que él no puede caer, sin que caiga –simbólicamente hablando– quien lo nombró y mantuvo en Pdvsa por largos años. Es decir, el señor Chávez. No obstante, la pretendida campaña continúa.

Los castristas saben de estas cosas. Tienen casi 60 años de experiencia. El “show” de los ganchos rojos, que se adelanta en Venezuela, lo demuestra con elocuencia. Maduro seguirá en campaña y seguirá apresando corruptos o presuntos corruptos. Siempre y cuando, desde luego, le saque provecho político. Y esa campaña, por lo demás, no necesariamente tiene un horizonte electoral, y en particular si la comunidad financiera internacional no le presta los billones de dólares que necesita la hegemonía para pagar su deuda. Lo que en lenguaje de propaganda se denomina “las garantías económicas”…

Como es harto improbable que ocurran los nuevos préstamos para seguir financiando la masiva corrupción, entonces el tema de los ganchos rojos seguirá en la palestra. Vendrán nuevos nombres. Algunos del oficialismo y otros de la oposición, y otros de esa zona ambigua donde unos y otros se han dado y dan la mano en materia de depredación. Por lo demás, no sería la primera vez que en estos tiempos de mengua se anuncia con bombos y platillos una “cruzada anticorrupción”, se encarcela a unos cuantos por un cierto tiempo, y la cosa se va difuminando cuando se considera que se cumplieron los objetivos político-publicitarios.

Mientras tanto, unas mafias sustituirán a otras, unos capos a otros, y el saqueo de los fondos seguirá igual o peor, si es que ello fuera posible. Repito, una hegemonía envilecida y corrupta no puede emprender una lucha seria en contra de la corrupción. Es como la cuadratura del círculo. Pero la propaganda hará creer lo contrario, y no se puede subestimar su capacidad de avasallamiento e intimidación.

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