Escribo este viernes 3 de agosto, a 212 años del desembarco del Generalísimo Francisco de Miranda en la península de Coro, con 56 años de edad. Era entonces mucho más que aquel joven que a pocos días de cumplir los 21 había partido siguiendo sus sueños de hacerse grande en la carrera militar, en las filas de los que eran ejércitos del Rey Borbón de España, Carlos III. 

El caraqueño Miranda fue el ideólogo capaz de dibujar en su mente, y las de los jóvenes suramericanos sobre los que influyó determinantemente, la creación de una vasta región libre; que el concebiría como lo que llegaría a ser Colombia o la Gran Colombia. Muchos años antes tuvo que lidiar con una y mil conspiraciones e intereses. Otras realidades geopolíticas y estratégicas tendría que dominar para poder iniciar acciones concretas de liberación de las naciones y territorios del sur de América. Entonces era el oro amarillo el que dominaba la escena de ambición extractiva desde las colonias hacia la metrópolis europea.

De la llegada de Colón a Macuro, en el hoy estado Sucre, en 1498, al  2018 han pasado cinco siglos con casi veinte años. Estos últimos veinte años de destrucción desde 1998, en solo dos décadas se convirtió en la narco corrupta tiranía del siglo XXI. Erróneamente se repite, sin entenderse cabalmente opino, como la causa de raíz, más allá de los errores de los cuarenta años de esfuerzos de instauración de la naciente democracia en Venezuela, desde 1958  hasta dicho fatídico año 1998, lo fundamental del porqué de la desigualdad económica, de la extendida corrupción y de la pobreza. Se ha mal hablado del Pacto de Puntofijo, de sus malas prácticas y desviaciones. Se colocan frente al patíbulo  únicamente  a esos ex presidentes de la democracia y los partidos nacidos a sangre, sudor y lágrimas, como se diría parafraseando a Winston Churchill. Ha sido más bien una lucha incesante por la libertad y la democracia frente a la barbarie. Las últimas tiranías la gomecista, y luego la pérezjimenista. Poco se ha aclarado, o repensado suficientemente, con la fuerza necesaria “para vencer las sombras”, de un errado paradigma que se reforzó desde la propia lucha independentista al sustituir el derecho del Rey sobre los territorios y los yacimientos por el derecho del Estado sobre los mismos. Es hora de volver sobre lo que significa realmente sembrar el petróleo, ( y el gas) antes que se pierda inutilmente en las hondas cavernas donde lo sembró la providencia.

Hoy Colombia se prepara para la transmisión de mando a un joven presidente. Con fallas de concepción estratégica se negoció con el telón de fondo sobre lo que constituye realmente la cocaína como amenaza. Se hará la transmisión de una presidencia a otra, donde el punto más relevante es superar esa visión de rendir el Estado frente a pretensiones sobre producción y mercadeo de ese maldito oro blanco. Volver a la idea continental de unir Colombia en un gran territorio que expanda los mercados energéticos y abastezcamos a nuestras naciones hermanas para generar crecimiento de mercados, producción agroindustrial, desarrollo económico. Al fin, como pueblos hermanos, todo el esfuerzo de inversión y producción  y distribución de energía será para bien de nuestros ciudadanos.

La clave es ese nuevo paradigma que debe sustituir esa noción de Estado propietario por «nación propietaria», «ciudadano propietario». La gente vinculada en forma de desarrollos de mercados a la riqueza  a todo lo que se produce y que permite la acción de inversionistas, empresarios, tecnólogos, trabajadores y pueblo en general movimiento, empoderará a nuestras sociedades abiertas. Con la dignidad del hombre  que nace siendo libre para aprovechar sus talentos,  su destino, y bajo la concepciòn de ser parte de la propiedad de una oportunidad para construir riqueza desde el territorio, gritemos !Viva Colombia! Y con frase de Miranda: “ Muera la tiranía, viva la libertad”.

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