Colombia pasó ya el examen de 22 de los 23 comités temáticos de la OCDE para autorizar su ingreso en la organización. Sin embargo, esta semana que termina el más importante de todos los comités pidió un tiempo adicional para considerar si nuestros vecinos llenan las condiciones exigidas para formalizar su adhesión y pasarlo a las instancias decisivas dentro del ente multilateral.

Pasarán varias semanas antes de que el veredicto esté listo y, en el entretanto, los ministros de la economía del país vecino se consumirán frente a la expectativa de que el acceso les pueda ser vedado antes del cambio de gobierno.

Un Sí de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico podría darle un aventón a su proceso de desarrollo. Un importante legado que Juan Manuel Santos pudiera dejar a su sucesor más allá del controvertido acuerdo de paz de La Habana.

La OCDE reúne a 35 de las economías más importantes del mundo y tiene en su seno a aquellos que son líderes reconocidos en las mejores prácticas en la gerencia de sus asuntos públicos. Estados Unidos, Reino Unido, España, Italia, Corea del Sur o Australia son solo algunos de ellos y, de nuestro continente, apenas Chile y México tienen un asiento en París, donde sesiona. Unirse a este lote, en el que solo corren los que están calificados para grandes ligas, representa la posibilidad de coordinar con ellos soluciones a problemas comunes y armar políticas conjuntas en temas de interés colectivo. En un mundo signado por una interacción sostenida entre las partes que lo componen, una silla en la OCDE representa tener una voz cantante en el concierto planetario.

Para pasar el exhaustivo examen de cada uno de los 23 comités de la organización, y para adecuarse a sus exigentes requerimientos de adecuación a parámetros impuestos por los grandes de la economía mundial, Colombia ha tenido que hacer mucho, pero aún le quedan temas por resolver. El gran escollo es que el país que ha sostenido hasta el presente la bandera que castiga a Colombia en su deseo de ingresar ha sido Estados Unidos, y sus reservas no son de poca monta. El voto por el ingreso es de carácter unánime, así que sin Estados Unidos los vecinos no van para el baile.

La oficialidad colombiana asegura que la piedra de tranca está en tres aspectos restrictivos existentes en Colombia en el sector farmacéutico, en el de la propiedad intelectual y en el de la importación de camiones. Las diferencias en los tres temas álgidos deben ser zanjadas o Colombia debe, unilateralmente, plegarse a las demandas norteamericanas. Ello es una cuesta empinada, mas no imposible de inmediato.

Pero la realidad es que el visto bueno de las instancias concluyentes está limitado por un factor macroeconómico de imposible resolución dentro del corto plazo. El país colombiano necesita alcanzar 34,3% de ingresos tributarios como proporción del producto interno bruto, como es el caso en los países miembros.

Colombia llega en la actualidad a un guarismo alto en este terreno: 19,8%, de acuerdo a la propia OCDE, pero el país se ubica por debajo del promedio de América Latina y el Caribe, que se encuentra en 22,7%.

Así, pues, te tocará al nuevo ocupante del Palacio de Nariño escalar esta cuesta que requerirá de medidas heroicas y antipáticas para toda administración que se inicia: aumentar el ingreso público a través de nuevos impuestos, impedir la evasión y reducir el gasto de la nación.

Las cartas están echadas por parte del gobierno actual y es preciso reconocer que desde 2013 los obstáculos se han estado superando. El que Colombia esté siendo considerada para ser parte de este exclusivo club que es la OCDE ha sido tarea de titanes en los predios económicos, eso debe ser reconocido.

Hay que confiar en que el sucesor en la cabeza del gobierno no deshaga el camino andado con mucho tino y que oriente sus pasos hacia la consolidación de una economía productiva y participativa.


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