Viví con horror la inconsciencia e irresponsabilidad de mis amigos periodistas, dueños de medios y empresarios mediáticos venezolanos que sirvieron al ascenso y asalto al poder de Hugo Chávez. Con la misma coquetería, liviandad y estolidez con las que hoy Patricia Janiot caza su guerra contra la paz y la democracia colombianas poniéndose al servicio de Gustavo Petro. Y esos mismos empresarios mediáticos colombianos alfombraran los aviesos acuerdos de paz en La Habana. Evitar que se consuma esa tragedia en Colombia es el imperativo moral de los colombianos. Les sobran las fuerzas, la voluntad y la conciencia para hacerlo. Cuentan con todo nuestro respaldo. De ellos depende, en gran medida, nuestro propio futuro 

A Alberto López Núñez

La indiscutible verdad de la sabiduría popular que recomienda cuidar de las propias barbas cuando ardan las del vecino, no parece haber actuado con la suficiente lucidez, profundidad y amplitud en estas elecciones presidenciales en Colombia. Si ella hubiera calado con la debida profundidad en la conciencia política de nuestra república hermana, Iván Duque no solo hubiera debido ganar en esta primera vuelta, como de hecho ha sucedido: debió haber arrasado. Y Petro y todo cuanto él significa haber sido apartado de un manotazo del escenario democrático colombiano. Asombra que eso no haya sucedido. Y que íconos mediáticos colombianos, de proyección internacional como la periodista Patricia Janiot, rompan lanzas por el ex guerrillero del M19.

No se trata de sabiduría política, sino del elemental derecho a la defensa propia. ¿Qué colombiano no ha sufrido medio siglo de guerras propiciadas por las narcoguerrillas castrocomunistas del M19, el ELN y las FARC como para que, sin el menor ejercicio de conciencia crítica y educación moral y política, le haya entregado este domingo 27 de mayo los millones de votos que obtuvo Gustavo Petro, un ex guerrillero del M19 travestido de luchador político civil, sin otro proyecto estratégico que asaltar el poder al modo neonazi –Lech Walesa dixit– , exactamente como lo pusiera en práctica el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías en Venezuela, vale decir: por las vías civiles, legales, parlamentarias, pacíficas, electorales y constitucionales? Para luego vaciarlas de todo contenido democrático y convertirlas en dóciles y activos instrumentos de la destrucción del Estado de Derecho. ¿Aún hay colombianos de buena fe –los otros no merecen ninguna consideración y deben ser sometidos con todo el rigor de la Constitución y la ley– que nieguen los brutales resultados de desintegración y devastación causadas por Hugo Chávez Frías, hermano y modelo político de Gustavo Petro? ¿No basta el más de 1 millón de infelices venezolanos que han debido huir a pie y con lo puesto hasta Colombia para escapar del hambre, la represión, la criminalidad, la miseria y la muerte provocados por los Gustavo Petro venezolanos? ¿Tan frágil es la conciencia democrática de los colombianos como para no haberle dado con un portazo en las narices al asaltante castro comunista colombiano?

No se me ocurre otra explicación que acudir a la labor de zapa, de destrucción institucional, de socavamiento de la moral pública llevado aviesa y conscientemente a cabo por Juan Manuel Santos, el tartufo y gregario tonto útil del castrismo cubano en Colombia. Producto del mayor y más trágico equívoco de su historia moderna: haberse infiltrado al más alto nivel en las huestes de Álvaro Uribe Vélez, haberle servido al mando de las armas de la república como perro guardián de la paz colombiana para servir posteriormente a su propio proyecto histórico: ser puente y plataforma para la inserción del castro comunismo combatiente y guerrillero de las FARC en el establecimiento liberal democrático de Colombia. En una faena de guerra sucia tan limpia y notablemente orquestada, como que culmina con el ingreso triunfal de las guerrillas en la institucionalidad democrática bajo el parapeto de la paz y un premio Nobel, ante el aplauso mundial. Es el caso de cinismo e hipocresía política más ingenioso, falaz y delirante conocido en el hemisferio. Apenas comparable con la Michelle Bachelet, que de protegida de la Stassi y la dictadura de Honnecker pasó a ministro de Defensa y jefa de las Fuerzas Armadas de Augusto Pinochet. Para terminar presidiendo en dos ocasiones la República liberada del socialismo por dicho general.

Pienso en todo ello al leer el venenoso tweet del ícono mediático colombiano Patricia Janiot, quejándose amargamente de “la campaña de miedo” con la que las fuerzas democráticas llaman la atención sobre el parentesco político estratégico del ex guerrillero Petro con el ex agente del G-2 cubano, el también colombiano Nicolás Maduro. ¡Como si no abundasen las pruebas del militante castrochavismo del ex alcalde bogotano! 

Viví con horror la inconsciencia e irresponsabilidad de mis amigos periodistas, dueños de medios y empresarios mediáticos venezolanos que sirvieron al ascenso y asalto al poder de Hugo Chávez. Con la misma coquetería, liviandad y estolidez con las que hoy Patricia Janiot caza su guerra contra la paz y la democracia colombianas poniéndose al servicio de Gustavo Petro. Después de haber intentado cosechar los frutos de esa irresponsable e inconsciente liviandad y de haber sido apartados de un manotazo de la propiedad de sus medios y su importancia política cuando ya el poder había sido asaltado y el país había sucumbido al siniestro poder de seducción del nazifascista bolivariano, comprendieron su grave error, se sumaron a las huestes de la oposición que debían haber ejercido cuando era necesario, y hoy lloran sus lágrimas de desolación desde el destierro al que los han condenado los amigos y compañeros de Gustavo Petro.           

Evitar que se consuma esa tragedia en Colombia es el imperativo moral de los colombianos. Les sobran las fuerzas, la voluntad y la conciencia para hacerlo. Cuentan con todo nuestro respaldo. De ellos depende, en gran medida, nuestro propio futuro.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!